miércoles, junio 20, 2007

El arte subvencionado

A raíz de la próxima proclamación de una nueva ley del cine que exige que las salas de exhibición pasen, obligatoriamente, un film europeo (que, generalmente, no interesa al público) por cada equis películas americanas (que son las que la gente quiere ver y por las que sí querrá pagar la entrada), así como la obligación, por parte de las cadenas de televisión, de financiar películas españolas que el público considera, mayoritariamente, que son rematadamente malas, me viene en mente el problema del arte subvencionado, en general.

Hace ya muchos, muchísimos años, en un coloquio universitario, se hablaba de si al teatro, que estaba muy de baja entre el público, era o no conveniente subvencionarlo públicamente, cómo bien cultural que había que defender. Me declaré, ya entonces, totalmente contrario a cualquier tipo de subvención, alegando que si la gente no iba al teatro era porqué no le gustaba y que era estúpido mantener con dineros públicos algo por lo que el pueblo no sentía ningún interés. Lo único que lamento es que estuve de acuerdo con un chico que empezaba a moverse entre los intelectuales y críticos de teatro, ya entonces un poco gilipollas (puso un tenderete en la "Fira de Santa Llucia", en la catedral, donde ofrecía hacer una caricatura a cambio de una botella de whisky...). Este caballerete, llamado Iván Tubau, luego ha sido un poco el Jimenez Losantos catalán y ahora es uno de los ideólogos de los "Ciudadanos", junto con otros "lerrouxistas" cómo el Arcadi Espada, el Boadella, etc.

Entonces insistí en que lo que había que hacer era "buen" teatro pues cuando se estrenaba una obra bien escrita y mejor interpretada, resultaba "comercial" y que "comercial" no quiere decir necesariamente populachera, cutre ni chabacana. Puse, cómo ejemplo, el éxito multitudinario que había alcanzado poco antes, en París, el "Caligula" de Albert Camus, interpretado por el gran Gérard Philippe o el "Huis clos" (A puerta cerrada) de Jean Paul Sartre.

A pesar de la altura intelectual de sus autores, estas piezas no eran ni tesis doctorales ni lo que podríamos llamar teatro de "arte y ensayo". Era, sencillamente, teatro "boulevardier" pero muy bueno, teatro comercial que triunfaba y hacía dinero sin necesidad de subvenciones (sobre todo el Calígula, que mas tarde también triunfó en España, con José María Rodero).

Pero a veces, en España, se confunde teatro comercial con las patochadas de una Lina Morgan, un Angel de Andrés, las payasadas de Paco Martínez Soria, etc., que tampoco precisaban de subvenciones ni ayudas y ganaban dinero, pero esto no es teatro, es cutrerio "spanish".

Aquí se confundía la pretendida necesidad de ayuda a un teatro "de qualité" con darle dinero a algún actor o director que te endilgaba un ladrillazo de padre y muy señor mío y al que la gente daba la espalda. Recuerdo las quejas y lamentos de una "famosilla" catalana que reclamaba más subvenciones para sobrevivir. Había parido un "Hamlet" donde ella hacía el papel del protagonista y que no iba a ver ni su padre. Si no daba más de sí, siempre podía ir a hacer de cajera en un supermercado y no pretender vivir a costa de mi dinero...

Dinero que nunca precisó, por ejemplo, pues fue un exitazo entre nosotros, "El retaule del flautista", gran obra bien escrita por Jordi Teixidor y excelentemente interpretada por el malogrado Pau Garsaball. Teatro con crítica social y política, pero "comercial", aceptada con gusto por el público.

Hay productores y directores de cine español que sólo cuentan con las subvenciones del gobierno. Sus paridas no interesan a nadie y se ruedan únicamente pensando en los cuartos que le sacarán al presupuesto, a través de sus amiguetes en el Ministerio de Cultura.

Dineros que serían mucho mas provechosos si fueran a educar al pueblo y crear un interés entre el público por la cultura. Ya luego, la gente iría al teatro. En Austria se llenan las salas dedicadas a la música sinfónica porqué la gente sale con educación musical desde las escuelas; y las orquestas son muy buenas...

Estoy de acuerdo en que en cada país pueda existir un compañía nacional de teatro, con cargo a los presupuestos, cómo la "Comédie Française" y la "Royal Shakespeare Company", para preservar los grandes clásicos; un poco cómo los museos. Pero no cómo muchos teatros de aquí, cómo el TNC de Catalunya, el "Lliure", o el "María Guerrero" de Madrid, etc. que hacen la competencia a los teatros privados con obras, a veces, actuales y destinadas a dar trabajo, a costa del presupuesto, a los amigos políticos. Y sin importar si al pueblo les interesa.

Coronel Von Rohaut

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