martes, abril 13, 2010

La "Creu de Sant Jordi" escarnecida y prostituida

Los ex fiscales generales de Catalunya, representantes de las opresivas fuerzas jurídicas y judiciales de ocupación españolas en Catalunya, Carlos Jiménez Villarejo y su sucesor José María Mena, han sido distinguidos con la "Creu de Sant Jordi" que otorga la Generalitat de Catalunya o sea, ahora, el Pepe Montilla.

Ambos personajillos, izquierdistas endiosados en lo que están en su pleno derecho, ex comunistas dogmáticos y anti catalanes furibundos y confesos en lo que también tienen derecho y que yo respeto, tuvieron como objetivo de su vida, como propósito ideal de justificación de toda su carrera, el meter en la cárcel a Jordi Pujol, lo que casi consiguieron. Y el ayudar al PSOE del dúo González/Guerra a hacer desaparecer la "Banca Catalana", el único banco privado catalán que había empezado a tener cierta entidad y que ¡oh osadía suprema! se dedicaba a ayudar la cultura catalana y las empresas industriales catalanas en dificultades. Y que por ello debía ser aniquilado y lo fue; y casi arrastra en su caída a su ex-Presidente y fundador, Jordi Pujol, el político catalán más influyente, que qudó muy tocado.

Que a estos pájaros les premien con un prestigioso galardón de la Generalitat catalana, es una vergüenza, un escarnio, una indignidad para dicho preciado galardón y todas las personas e instituciones insignes que lo han obtenido precedentemente. Si yo lo hubiera recibido, ahora mismo procedía a devolverlo; sería para mi una obscenidad compartirlo con unos enemigos declarados, y jamás arrepentidos, de mi nación.

¿Y el Montilla, que se lo ha otorgado? Un canalla, un componente de las hordas inmigrantes (*) enviadas a Catalunya en los años 50/60 por el poder central con el fin de desvirtuar, por la vía de la demografía, la catalanidad de nuestra población nacional.

Coronel Von Rohaut

(*) Formadas por pobres gentes que, en sus lugares de origen, no tenían ninguna esperanza de futuro debido al mal reparto de la riqueza en manos de unas élites aristocráticas e indolentes y que fueron utilizadas, sin que tuvieran ninguna culpa ni responsabilidad, por el poder centralista castellano. Unos, bienvenidos, buenas gentes que con su trabajo se labraron un porvenir entre nosotros, se integraron; otros, auténticos "Caballos de Troya" incrustados en sindicatos, vulgares canallas, analfabetos o ambos los dos, no.

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