martes, septiembre 13, 2011

Contra el vicio de pedir, la virtud de no dar

Hace algún tiempo, cuando se discutía si algunos partidos de fútbol en España debían ser por canales de pago o no, el mismo gobierno hizo una encuesta (su dinero le costaría) entre el pueblo y luego comunicaron que, "sorprendentemente" y por muy amplia mayoría, la gente había votado que los prefería todos en abierto y gratis.

Mecagüen la puta, coño, claro; si a mi me paran por la calle y me preguntan si prefiero que los restaurantes sean gratis o de pago, o si prefiero que el cine y el teatro no me cuesten nada ¿qué coño creéis que voy a contestar? ¡Lo que es estúpido es la pregunta... !

Luego hay toda la buena gente que, en su día y cuando tenían que casarse, decidieron adquirir un piso en bloques cercanos a algún aeropuerto. Obviamente, mucho más económicos cerca de Barajas o del Prat que en el barrio de Salamanca o en el de Sant Gervasi. Y luego llenaron sus balcones de pancartas quejándose del ruido de los aviones; en el Prat y Castelldefels lograron que AENA modificara el vuelo de aproximación de algunos aviones, a pesar que ello encarecía la explotación de la línea aérea al incrementar el consumo de combustible. En el aeropuerto de Sabadell hay vecinos que llevan tiempo exigiendo (y al final lo conseguirán porqué los políticos son unos cagados y unos sinvergüenzas) el cierre de un aeródromo que lleva abierto a la aviación general civil desde el año 1934, mucho antes que nacieran ellos y sus padres y a los que nadie pidió que fueran a instalarse cerca de un ruido ya conocido y existente. Y el ayuntamiento, corrupto, que dio permisos de obras a amigos o para cobrar sus comisiones...

También cantidad de vecinos no paran de tocar los huevos pidiendo la cobertura (carísima) de vías rápidas, como la Gran Vía de Barcelona, a partir de la Plaza de las Glorias, y otras zonas donde ya habían vías rápidas con ruido de tráfico de automóviles, mucho antes que ellos fueran a vivir en pisos relativamente mas económicos, por estar donde estaban.

Por culpa de los recortes en los presupuestos debidos a la crisis, el Govern está cerrando servicios de urgencias en centros de asistencia de la Seguridad Social (*), sitos en poblaciones de muy pocos habitantes y en los que, habitualmente no va nadie, están casi siempre desiertos pero inmovilizan personal y recursos. Pero que se abrieron, con muy buena intención, por si hacían falta un día y en épocas de vacas gordas. Pero ahora las vacas son flacas y no puede haber un CAP en poblaciones de cuatro gatos, por muy respetables que sean estos gatos.

Los damnificados se quejan que si les coje un infarto de noche, la atención más cercana está a media hora en coche. Bien; si yo tengo un infarto en Barcelona y quiero ir al servicio de urgencias del Hospital de San Pablo, también tengo media hora en coche. Y si no tengo coche tendré que llamar una ambulancia. Y tendré que pensar que en este mundo no se puede tener todo y, menos, gratis.

Igual que, al parecer, el Govern quiere cobrar una cantidad a los padres a los que un autocar, en zonas rurales, les recoge a sus hijos para llevarlos al Instituto más cercano (pues no lo hay en cada pueblo, faltaría más).

Muchos de los que se quejan son familias que han ido a vivir en urbanizaciones en las cercanías de Barcelona. ¡Coño! haberlo pensado antes de ir a vivir a un chalet en el campo y haber previsto lo que se haría cuando llegasen hijos en edad escolar. Con mi familia vivíamos en Sarriá y a mi me hacía mucha ilusión ir a vivir al luminoso Maresme, al norte de Barcelona y en la costa. Preferentemente en Alella, que no es de las poblaciones más lejanas. Pero nuestros hijos iban al Liceo Francés, en Pedralbes, al otro extremo de la ciudad y mi esposa me hizo ver el palo que representaría tener que bajar y subir, cada día, a los niños, ya que yo no quería cambiarles de escuela. Finalmente fuimos a vivir a un piso mayor pero en Sant Gervasi, que seguía estando cerca de la escuela y de las universidades.

Dicen por la tele lo que les quieren cobrar mensualmente, ahora, a estas familias. Lo divido por los días lectivos y sale la mitad de lo que le cuesta, a un padre que viva en la misma ciudad de Barcelona, el llevarlos en autobús urbano y municipal. ¡La mitad! ¡Y se quejan!

¡ Que se vayan a la mierda !

Coronel Von Rohaut

(*) En otras comunidades donde el gasto lo subvenciona el estado central con el dinero de los impuestos de los catalanes y que nos quitan a nosotros (22.000 millones de euros/año, un 10% de nuestro PIB), los gobiernos autonómicos quedan mejor al tener que clausurar menos servicios...

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