lunes, octubre 01, 2012

¿Que collons hi fotem, els catalans, aquí...?


Sí, aquí, en esta mierda de España que nos desprecia cuando no nos odia y que, desde siempre, solo nos ha querido para desplumarnos, explotar y saquear mientras nos falta al respeto y humilla, nos insulta y escarnece.

Muchos han sido los catalanes de buena fe y todavía algunos hasta hace poco que, deseosos (¡santa inocencia!) de no romper unos vínculos que, a la fuerza o no, existen en realidad, han intentado el encaje de Catalunya en el estado hispano-castellano, en España.

Y algunos, los que se encontraban peor en esta convivencia pero se consideraban un poco inteligentes, los que como contenido inequívocamente catalán se sentían poco confortables en el continente claramente castellano, pero deseaban seguir, te decían: "En lugar de romper, de separarnos e irnos, intentemos integrarnos y liderar este continente, el estado español". Quedémonos pero intentemos mandar y dirigir, modernicemos España en su propio bien y para poder sentirnos a gusto en ella.

Y a lo largo de los siglos muchos catalanes lo han intentado. Con el éxito clamoroso que todos pueden percibir. Se encontraron siempre con un muro infranqueable que venía de lo más profundo de dos idiosincrasias distintas, hasta el punto que frente a los afanes industrializadores de los catalanes montados en la "revolución industrial" del siglo XIX (un cónsul británico en Barcelona decía entonces "Barcelona, con gobernantes honrados y unas instituciones como las nuestras, no tendría nada a envidiar a Liverpool y Manchester") un político de Madrid hablaba del "espíritu provincianista de los catalanes, con sus manías industriales, frente la nacionalidad española". Y otro iba más allá y aconsejaba:  "la desaparición de la exótica industria algodonera catalana"  y que era necesario "sangrar Barcelona para salvar España", ruralidad contra modernismo, caciques y funcionarios contra industria y adelanto, con el fín de hacer frente a la conflictividad social de Barcelona y fruto de la industrialización y sus tensiones, como ocurría en todas las sociedades adelantadas de aquella época. Y conflictividad social y obrera agravada por las medidas duras y crueles, aplicadas con absoluta impunidad por unos capitanes generales enviados por Madrid para sofocar las revueltas. Alguien dijo. "Cuando la dinastía de los Capitanes Generales deje de existir, Catalunya dejará de ser una colonia española"; pero en lugar de desaparecer o extinguirse, llegó el General Franco al puesto de mando supremo de Madrid... y hasta ahora.

Entre los años "liberales", de 1814 al 1900, de un total de 850 ministros, solo 22 fueron catalanes, un 2,5% del total y aún no todos fueron catalanistas. Solo en el Sextenio Revolucionario, tres catalanes llegaron a la Presidencia: Joan Prim, Estanislau Figueres y Francesc Pi i Margall.  Los echaron a todos y al primero incluso lo asesinaron...

Luego Valentí Almirall inició el camino del catalanismo social, cultural y político, llevado a la cúspide, con las pocas herramientas de aquella época, por Enric Prat de la Riba, creador de la nación catalana moderna a la que cohesionó y estructuró mediante la Mancomunitat de 1914.

Antes, el doctor Bartomeu Robert y Lluís Domènech i Montaner intentaron volver a las Cortes madrileñas y fueron recibido con evidentes muestras de rechazo y hostilidad.

Más tarde, Francesc Cambó volvió a intentar liderar España y su resurgimiento y reforma, modernización, bajo la divisa "Por una Catalunya libre dentro de una España grande". Fracasó rotundamente.

Y el 14 de abril de 1931 Francesc Macià proclamaba la República Catalana pero, después de arduas negociaciones con Madrid, accedió a rebajar sus sueños y se conformó con la restitución de la Generalitat, bajo el Estatut de Nuria (que en Madrid y "as usual" fue ampliamente rebajado) (*).

Luego vino el sublevado Franco (¡coño, este pájaro ya es la segunda vez que me sale aquí), la guerra y la postguerra, de la que justo salimos hace nada (en base a los tiempos históricos).

Ya contemporáneamente, no hay que echar en saco roto los esfuerzos de encaje de Jordi Pujol, ayudado por Miquel Roca i Junyent y que Durán i Lleida ha mantenido hasta ayer mismo (Pujol se ha desengañado y se ha convertido al independentismo unos meses antes).

Pero está claro, "blanco y en botella, leche". Solo le pido al Artur Mas que aguante firme, que no se arrugue, no ceda, ya que con esta gentuza no se puede ir a ninguna parte. Ya se ha visto y a lo largo de los tiempos, no nos quieren. Y le recomiendo fervientemente que, cada noche al ir a acostarse, rece aquella famosa plegaria:
"¡ Señor, haz que no la cague !"

Coronel Von Rohaut

(*) Si la gente conociera un poco su historia no se hubiera extrañado que hace cuatro días y al discutirse el ultimo Estatut, el Sr. Guerra dijera, ufano, que se lo habían "cepillado". Luego, un Tribunal Constitucional, alegal y partidista, lo acabó de aguar y lo dejó en "papel mojado". Ahora ya solo queda la independencia...

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