domingo, abril 21, 2013

La estúpida diplomacia española

Mientras España, horrorizada ante el posible efecto "dominó" o de ejemplo especular, sigue sin querer reconocer el estado independiente de Kosovo, al contrario que casi todos los demás países europeos y los propios USA que fueron los primeros en reconocer su nuevo estatus, ahora los propios actores principales, Kosovo y Serbia, bajo la supervisión de la UE con su comisaria de exteriores la Katherine Ashton, han cerrado un acuerdo de mutua aceptación y que les abre el camino hacía su integración en Europa.

Y los españoles, dirigidos por el Rajoy y con el García Margallo, azote de catalanes y mascarón de proa de la diplomacia hispano-castellana, como tantas veces a lo largo de la historia, se van a quedar con el culo al aire.

Porqué cuando un país, en lugar de políticos y diplomáticos de nivel, con un bagaje cultural y una preparación correcta, solo sabe parir energúmenos fanáticos y casi analfabetos como ha ocurrido en España a lo largo de los siglos, pues pasa lo que pasa...

El que lo explicaba bien era el periodista y divulgador de historia, Néstor Luján, (buen "gourmet" y gastrónomo, además) y yo ya lo he tratado aquí algunas veces. Refiriéndose al famoso Tratado de Viena (1814/1815), el de "El Congreso se divierte" (*) en el que se reunieron algunos de los políticos y diplomáticos más famosos de la época, bajo la dirección del austriaco Principe de Metternich con el fín de repartirse y reconfigurar la Europa posterior a las Guerras Napoleónicas y cuyos efectos perduraron hasta el final de la IGM en 1914/1918 o sea, todo un siglo.

Hasta la perdedora Francia, que mandó a Charles Maurice, Prince de Talleyrand, logró salvar los muebles. Participaron el propio Zar de Rusia, el emperador de Austria y el Rey de Prusia (acompañado por el diplomático Humboldt, hermano del famoso geógrafo); por el Reino Unido participó el Duque de Wellington, etc.

España, la pobre, mandó al Marqués de Labrador (aquí encima) hombre mediocre y altivo nombrado por Fernando VII, y del que el Duque de Wellington dijo "que era el hombre más estúpido que jamás había visto", incapaz de tejer unas buenas relaciones diplomáticas. Resultado, España y Portugal (los hermanos ibéricos...) fueron los únicos países que no consiguieron ninguna de las reclamaciones territoriales a las que aspiraban... Y España, una vez más, perdió el tren de la Historia.

Coronel Von Rohaut

(*) Muchos acuerdos se tomaron en las sobremesas de los numerosos bailes y banquetes  que se celebraron; a Talleyrand (aquí encima) le acompañaba su pastelero Avice y el primer gran cocinero de la modernidad, Antonin Carême, que dejó maravillado al Zar de Rusia que incluso quiso visitar la cocina. Metternich tenía al pastelero vienés Sacher, el inventor de la famosa tarta, etc. Y al final del Congreso quedaron para la posteridad algunas cocciones que aún se conservan: à la Talleyrand, à la Suvarov, à la Metternich, à la Nesselrode, etc. Mientra que a los Borbones y a su palurdo Ministro de Exteriores, el Marqués de Labrador, nunca les recordará ni la historia culinaria ni sus logros (?) políticos. Igüalico, igüalico que ahora mismo...

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