Pasada la edad de oro de la música sinfónica que, de los grandes, va de Bach y Vivaldi a Mozart, hasta Beethoven, Brahms, Wagner y me dejo un montón (incluidos los coloristas compositores rusos y los líricos compositores de ópera italianos, además de los últimos románticos cómo Listz, Chopin o Mendelssohn), llegó a un cierto estancamiento que era lógico que se intentase superar mediante la experimentación. Strawinsky fue, quizás, el más clásico. Mahler, Berg y Schoenberg fueron importantes. Pero la mayoría de músicos, que componían para innovar y no para divertir, que buscaban nuevas sonoridades y harmonías futuristas o liberadas de las normas, a mi, que no soy ningún especialista en música y me limito a expresar mis gustos o sentimientos, me causan mas bien un cierto aburrimiento e incluso desagrado.
De lo que sí estoy convencido es que, en la segunda mitad del siglo XX y lo que llevamos del XXI, la música sinfónica no tiene porqué estar limitada sólo al pasado y las grandes orquestas no deberían, únicamente, reinterpretar repetitivamente a los grandes compositores históricos o saltar luego a los incomprensibles y disonantes experimentadores.
Para mí, la música sinfónica, clásica pero actual, reside en las bandas sonoras de muchas películas. Evidentemente no lo digo yo solo, que no tendría ninguna importancia; pero no lo encuentro debidamente resaltado ni las grandes orquestas las incluyen habitualmente en sus repertorios.
Claro que muchas películas no utilizan la música seria de grandes orquestaciones y hay excelentes bandas sonoras, no sólo de filmes directamente sacados de éxitos de Broadway (musicales y operetas, como West Side Story), si no de composiciones de música ligera pero excelentemente interpretadas y que han sido "hits" o éxitos musicales, desde las composiciones de Burt Bacharach y Henry Mancini (Casino Royale, Dos hombres y un destino/Raindrops keep fallin on my head, La pantera rosa, Desayuno con diamantes/Moon River, Hatarí, etc), así cómo las de Vangelis (Carros de fuego, El año que vivimos peligrosamente) y tantos que me dejo. Hasta los temas, ya mas sinfónicos o académicos de Ennio Morricone para los "westerns" de Sergio Leone (La muerte tenía un precio, Por un puñado de dólares, El bueno, el feo y el malo) o de Elmer Bernstein (Los siete magníficos).
También films y series televisivas han utilizado composiciones de "jazz" muy adecuadas y adaptadas. Desde la mítica de los Jazz Messengers de Art Blakey (Escalera hacía el cadalso) a Lalo Schifrin (Mannix, Bullit, Misión imposible).
Pero antes y después han habido grandes films con bandas sonoras de música claramente sinfónica, desde los históricos Max Steiner, Dimitri Tiomkin, Victor Young, Alfred Newman, Alex North y Jerry Goldsmith a John Barry (Memorias de África), Ennio Morricone (magnifica y emotiva banda sonora de La Misión), Bernard Herrmann, autor de la música de la mayoría de películas de Alfred Hitchcock, (incluida Psicosis) y posiblemente el mejor de todos, John Williams, compositor de todas las películas de Spielberg y Lucas (Tiburón, Indiana Jones, E.T., La guerra de las galaxias, así cómo de Harry Potter).
Si de vez en cuando dejáis de ver le tele y escucháis música (ponerse discos, se decía antes) y os gusta la música sinfónica, poneos las bandas sonoras que acabo de reseñar (que se pueden bajar de internet) y ya me diréis si no se trata de música tan académica, importante, grandiosamente orquestada e interpretada de forma brillante, como pueda ser la de Haendel, que no sólo compuso El Mesías si no que a veces compuso obras menores pero preciosas, para acompañar paseos en barca por el Támesis (Water Music) o fuegos artificiales (Fireworks Music), lo que no es mucho mas "intelectual" o serio que poner fondo a una película.
Coronel Von Rohaut
Erudito Coronel:
ResponderEliminarUna vez más nos sorprende Vd. con su sapiencia sobre los más variados temas, el de la música sinfónica de hoy, muy interesante.
Estoy muy de acuerdo con sus acertados comentarios. Siguiendo su sugerencia bajaré de internet los temas musicales de las películas que cita en su interesante escrito.
Ah!, se me olvidaba. Desde Nueva York no puedo más que ratificar sus comentarios de ayer sobre los productos americanos. Yo, hasta el cepillo de dientes me llevo a veces a España.
Cordiales saludos