Hoy se celebra, por segunda vez, un referéndum en Irlanda para confirmar la aceptación del Tratado de Lisboa que ha de representar un paso adelante (si bien corto y defectuoso) hacía la unidad del continente.
Me adelanto al resultado de dicha consulta si bien , para lo que quiero decir, no me importa.
El hecho es que, desde hace tiempo, se dice que si el voto de Irlanda es negativo, todo el proceso queda paralizado.
¿Pero vamos a ver: si la mayoría aplastante de los habitantes de Europa ya han decidido seguir un camino determinado, porqué santos cojones la opinión de cuatro gatos (tres millones de votantes, frente a todo un continente), pueden condicionar la política europea?
Si a los irlandeses no les gusta, pues lo tienen facilísimo: se salen de la Unión Europea y se quedan solos, sin subvenciones ni chupar del gran mercado europeo, y ya está. Ellos felices y los demás también.
Y si no quieren aceptar las condiciones de la mayoría ni quieren largarse voluntariamente, pues se les echa a la puta calle y, hala nenes, a cantar y beber cerveza Guinness y seguir muriendo de hambre, jodidos pero contentos. Y nosotros ya seguiremos nuestro camino, que no os necesitamos para una puta mierda...
Coronel Von Rohaut
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