Veo por televisión a una buena chica, directiva de Greenpeace Catalunya diciendo que, como en un pasado incendio de la central nuclear de Vandellós se rozó el límite de seguridad, lo mejor sería cerrar todas las centrales nucleares. Y este argumento lo he escuchado, en boca de paletos pueblerinos de infinidad de países, así como de labios de catedráticos de lenguas románicas y de redactores de informes de pago para la Generalitat.
Y todos ellos tienen razón: deberían suspenderse todas aquellas actividades humanas que comportan un riesgo, cierto o aleatorio, para los espécimenes de la raza humana. Y si no hay suficiente energía eléctrica, pues a no afeitarse con la "Philips", a iluminarse con velas y antorchas y la santa esposa a lavar la ropa al río, con agua fría y si le salen sabañones, que se joda...
Deberían prohibirse los desplazamientos en avión ya que es obvio que Dios no hizo al hombre para que pudiera volar; aptitud que reservó a los pájaros. También los barcos, que a veces se hunden con cientos de pérdidas humanas (...remember the "Titanic") y teniendo en cuenta que el hombre (¡hey! y las mujeres...) no es un bacalao, tendrían que eliminarse.
¿Y los coches? Hóstia, con los miles de víctimas diarias que causan los accidentes de tráfico, la fabricación de coches debería estar totalmente excluida de las actividades humanas, idea que ya ronda por las mentes privilegiadas de los seguidores del Saura y demás ex-comunistas y pijo-ecologistas (...salvo la fabricación de su coche oficial, no vayamos a joder la marrana), y sus miles y miles de obreros que se ganan la vida en esta industria, que es una de las locomotoras de la economía mundial, que se vayan a comer al coño de su puta madre.
Y siendo que el primer homínido al que se le ocurrió subirse a los lomos de un équido o de un "equus asinus", vulgo burro o asno, se cayó espectacularmente y se partió la crisma, lo idóneo hubiera sido prohibirle la practica de la equitación y convencerle que andar es muy sano y ecológico.
Claro que la humanidad no hubiera salido nunca de las cuevas y cavernas en las que vivía la "horda promiscua" de nuestros antecesores trogloditas y salvajes.
"Hordas" a las que, si pudiéramos ahora echarles un vistazo en directo, veríamos que morían de hambre cuando no se comían entre ellos, pasaban un frío del carajo de Dios, tenían una expectativa vital de cuatro días y ¡una mierda, eran felices!
Coronel Von Rohaut
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