lunes, abril 05, 2010

La (mala) vida a bordo


La vida a bordo de los submarinos ha sido siempre muy dura. Excepto en los sumergibles americanos de la US Navy, siempre más grandes y confortables pero, así y todo....

Y si ello es cierto, en los primeros submarinos de la 1ª Guerra mundial, ya no te digo. En la presentación de un libro sobre la historia de la guerra submarina (que no leeré pues ya no me queda tiempo libre) publican un extracto con alguna anécdota; por ejemplo, que las tripulaciones, sencillamente, no se lavaban nunca. Y para hacer sus necesidades pues utilizaban botellas para los orines. ¿Y para lo otro? Pues, según cuentan, tenían que aguardar a que el buque saliera a la superficie lo que, entonces, era muy frecuente tanto para recargar las baterías como para renovar el aire del interior. Y los que precisaban evacuar sus intestinos se ponían todos en cuclillas, en cubierta y a lo lago de la borda, agarrados a las barandillas. Como que el buque se mantenía en semi-inmersión, no había ningún problema con la posterior "limpieza de bajos".

Con lo cual quedaba obviada la conocida frase francesa de "se torcher le cul", ya que ni había ni se precisaba ningún "torchon" (trapo) ni, por descontado, papel higiénico.

De la Segunda Guerra Mundial y en el gran despliegue de medios submarinos puestos en liza por los americanos en la Guerra del Pacífico, se cuenta una historia divertida (que se aprovechó para meterla en una "peli" de Cary Grant que recogía las anécdotas sufridas por distintas embarcaciones y en distintos momentos). Un capitán, al enviar la lista de suministros, incluyó una partida de rollos de papel higiénico y, por algún error burocrático, los servicios de tierra le contestaron que desconocían la existencia de dicho artículo; el capitán, que era un cachondo, les envió un escrito muy irónico y les adjuntó una muestra.

Al regreso de sus misiones, a los submarinistas les recibían en los muelles con, aparte las consabidas coronas de flores, con grandes cestas de frutas y verduras ya que era lo que más habían tenido en falta durante las largas patrullas. Pero al regresar de su patrulla el submarino en cuestión, los marinos de tierra, que también, tenían su punto de cachondeo, a partir de aquella fecha les recibían siempre con grandes cantidades de rollos de papel higiénico.

Pero, al menos, los "sailors" de la segunda gran guerra llevaban "waters" a bordo y no tenían que cagar por encima de la borda, como los de la Gran Guerra Europea y todos los de la antigua marina a vela, añado yo, que navegar siempre había sido "cosa de hombres" (*).

Coronel Von Rohaut

(*) Como el paso del Cabo de Hornos, que ya alguna vez lo expliqué; en los gloriosos tiempos de la marina de vela, pasar por el Cabo de Hornos, rodeando el extremo sur de América, era tan o más peligroso que navegar a lo largo de los "Roaring Forties" o 'cuarentas rugientes'. Y todos los marineros que lo hacían por primera vez, se ganaban tres privilegios, a saber:

  1. Podían llevar un aro en su oreja izquierda
  2. Podían permanecer cubiertos ante el Rey
  3. Tenían derecho a mear contra el viento

Por descontado, jamás he entendido que esto último sea ningún privilegio ni jamás me lo han sabido explicar. Porqué mear de cara al viento y no de espaldas o a favor, desde la cubierta de un barco navegando a todo vela, hace que te mojes tu mismo y no le veo ninguna gracia...

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