Bajar la persiana

Estaba yo ahora mismo reenviando un e-mail guarro, de tías en pelotas, a mis amigos más íntimos y, al subtitularlo ¿Pero existe Teruel?, me ha venido a la memoria la tesis de un buen amigo, ya fallecido, que sostenía la siguiente teoría socio-económica.

Él mantenía que algunas provincias españolas, practicamente despobladas y con una aportación casi nula al PBI del país, demográficamente decadentes por la elevada edad media de sus pobladores restantes, sería mucho más rentable para el Estado español, bajar la persiana, poner el cierre al conjunto de la zona, y olvidarse de ellas.

Se refería exactamente a provincias como Teruel (de la que es un chiste recurrente en el conjunto de España el preguntarse si Teruel existe) y especialmente Soria, cuya población total es inferior a la de un municipio no capital provincial como el Hospitalet del Llobregat (exactamente solo un tercio) y cuya capital, precisamente, tiene solo la mitad de otra ciudad interior de Catalunya, como Manresa, pongo por ejemplo.

Y decía mi amigo que, al Estado español, le saldría mucho más económico coger a todos los (pocos) habitantes de estas dos provincias, instalarlos, por ejemplo, en Zaragoza que es la capital más cercana y con mejores servicios y concederles, hasta su fallecimiento, una subvención vitalicia que les permitiera vivir dignamente.

Y clausurar tales provincias como entes jurídicos y de derecho. Dejar de mantener redes eléctricas y telefónicas. Cesar la construcción y el costoso mantenimiento de redes de comunicación (carreteras, autovías y caminos vecinales). Sostener unos gravosos y desaprovechados servicios escolares y sanitarios así como, especialmente, transferir a otras zonas saturadas a policías, guardia civiles, jueces y funcionarios municipales y gubernativos. Y jubilar a gobernadores o delegados del gobierno y demás parafernalia ostentadora de la representación del poder central. Ahorro, se llama esta figura...

Mantener únicamente unas vías de interés turístico y ecológico; expropiar las tierras y traspasar toda la responsabilidad al Servicio forestal o del Patrimonio del Estado y conservar unas magníficas e inmensas zonas naturales deserticas y no contaminadas, para la flora y la fauna salvajes. Una reserva de la bioesfera, patrimonio de la humanidad.

Debidamente gestionadas, incluso podrían destinarse algunas zonas a la caza controlada, lo que es un gran negocio si se explota debidamente e, incluso, ayuda al mantenimiento de las especies... Al igual que el turismo rural, controlado y supervisado, pero sin infraestructuras urbanas salvo en los núcleos históricos y especialmente bellos o característicos que lo albergase.

¡ Y que maravilla para el paisaje !

Coronel Von Rohaut