Hace ya tiempo Joan Laporta, entonces presidente del FC Barcelona y persona publica y altamente conocida y reconocible, al pasar por un control de metales del aeropuerto del Prat lo hizo sonar y, después de sacarse diversos objetos de los bolsillos, volvió a pasar y otra vez sonó. Y así, varias veces hasta que al final y ante la intransigencia del agente español (incapaz de aceptar que el Sr. Laporta no era un terrorista en potencia), se bajó los pantalones y quedó en calzoncillos delante de toda la gente, en un acto un poco chulesco y como queriendo decir "¿qué más quieres que te enseñe?".
Muchas personas, incluso de su bando pero pusilánimes o en exceso prudentes y respetuosas, lo criticaron; son los partidarios de no enfrentarse, querer quedar bien siempre, ofrecer siempre la otra mejilla aún a riesgo de quedar con ambas las dos hinchadas a hostias.
Yo, en su lugar, hubiera hecho lo mismo, mire usted...
Pero lo que me irrita en grado sumo es el convencimiento que si el pasajero en cuestión hubiera sido el señor Florentino Pérez, presidente del Real Madrid, el mismo agente español y que ahora podía decir que se estaba limitando a cumplir la ley, no hubiera actuado igual. Ni mucho menos.
Y esta anécdota ilustra, de manera un poco frívola, la situación de "la Catalunya" dentro de "la España".
¿Que he elevado a nivel de categoría lo que no fue más que una simple anécdota?
Pos sí.
Pero es que los que somos catalanes de verdad (pues dentro de la catalanidad hay distintas y notables gradaciones), de la "anécdota" española ya estamos hasta los perendengues. Hasta las mismísimas pelotas.
Coronel Von Rohaut
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