La opinión pública puede optar por aceptar que una minoría, más o menos numerosa o más o menos gritona, sucia y maloliente, se apropie de un espacio público o de una propiedad privada o comunal.
Pero que luego la ciudadanía no se queje si la perturbación se enquista y dura demasiado, con los correspondientes perjuicios sociales y económicos.
O puede optar por no permitirla. En cuyo caso hay que proceder a la disolución o desalojo. Como que jamás accederán a ello de forma pacifica y ordenada, hay que utilizar la violencia, el monopolio de la cual, por ley, pertenece al gobierno. Y por lógica, los desalojados o disueltos, así como sus cómplices o amigos junto con los sempiternos "buenistas" y antisistema, siempre la encontrarán excesiva o desproporcionada.
Mientras que la sociedad y la opinión pública, si aprueban esta disolución o desalojo, luego no pueden criticar el método empleado, esto es fariseismo e hipocresía.
En el adjunto artículo del CEEC se analizan los distintos sistemas aceptados. No hay más; y el que crea que se puede practicar un desalojo, por más pacifica que parezca la actividad prohibida, con un lirio en la mano o yendo a recitarles poesías a los sublevados, "indignados" o perturbadores, que se lo haga mirar...
Coronel Von Rohaut
Querido coronel,
ResponderEliminarComo siempre, totalmente de acuerdo con vuecencia.
General Rogelius