martes, noviembre 01, 2011

"Halloween" vs "Castanyada"

La noche del día 1º de noviembre o Fiesta de Todos los Santos y vigilia del Día de los Difuntos, en Catalunya era costumbre celebrarlo comiendo castañas y boniatos asados y los deliciosos "panellets" o pastelillos elaborados con almendras y piñones, frutos secos que, junto con las castañas, se considera comida en honor de los antepasados muertos.

Ahora, traída por el cine de Hollywood y los parques Disney, se ha introducido la celebración, la vigilia del Día de Todos los Santos, de la fiesta americana e infantil del "Halloween" con sus disfraces de "zombies" y brujas, que llaman a las puertas de los vecinos, decoradas con calabazas vaciadas y con forma de caras o calaveras, diciendo "trick or treat" (truco o trato) o sea, negociar para recibir un trato, con caramelos o dinero, para evitar recibir un susto.

Y mucha gente se lamenta de la sustitución de una festividad y celebración nuestra por una de foránea y que nos es extraña o sobrevenida. Pero a mi no me molesta en absoluto ya que, en primer lugar, tiene un origen celta, lo que no puede más europeo... Y luego no veo que lo uno tenga que impedir lo otro; que los niños se disfracen no presupone que al regresar a casa toda la familia no pueda ofrecerse un atracón de "castanyes" y "panellets", o "huesos de santo" y mazapanes u otros dulces de origen árabe. Incluso a los que piden el "treat" se les pueden dar castañas en lugar de caramelos...

Solo hay que currárselo y evitar que nuestras tradiciones centenarias caigan en el olvido; como en ninguna casa queda mal un árbol de navidad, un magnífico abeto con su "Papá Noël" (o "Santa Claus" a gusto del consumidor), al lado del leño o "tió" catalán y de un belén o pesebre con su palmera, sus pastores y el "caganer". Y yo, ayer, ya me pegué mi panzada de "panellets", de piñones y variados, artesanos y adquiridos en la pastelería del barrio (*); no en el "super", que esta es otra.

Coronel Von Rohaut

(*) Y como que no tenía licor moscatel, que es lo apropiado, los acompañé de un vasito de vino de Oporto, añejo, de veinte años.
¡Y me quedé como Dios!

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