Ahora, traída por el cine de Hollywood y los parques Disney, se ha introducido la celebración, la vigilia del Día de Todos los Santos, de la fiesta americana e infantil del "Halloween" con sus disfraces de "zombies" y brujas, que llaman a las puertas de los vecinos, decoradas con calabazas vaciadas y con forma de caras o calaveras, diciendo "trick or treat" (truco o trato) o sea, negociar para recibir un trato, con caramelos o dinero, para evitar recibir un susto.
Y mucha gente se lamenta de la sustitución de una festividad y celebración nuestra por una de foránea y que nos es extraña o sobrevenida. Pero a mi no me molesta en absoluto ya que, en primer lugar, tiene un origen celta, lo que no puede más europeo... Y luego no veo que lo uno tenga que impedir lo otro; que los niños se disfracen no presupone que al regresar a casa toda la familia no pueda ofrecerse un atracón de "castanyes" y "panellets", o "huesos de santo" y mazapanes u otros dulces de origen árabe. Incluso a los que piden el "treat" se les pueden dar castañas en lugar de caramelos...
Solo hay que currárselo y evitar que nuestras tradiciones centenarias caigan en el olvido; como en ninguna casa queda mal un árbol de navidad, un magnífico abeto con su "Papá Noël" (o "Santa Claus" a gusto del consumidor), al lado del leño o "tió" catalán y de un belén o pesebre con su palmera, sus pastores y el "caganer". Y yo, ayer, ya me pegué mi panzada de "panellets", de piñones y variados, artesanos y adquiridos en la pastelería del barrio (*); no en el "super", que esta es otra.
Coronel Von Rohaut
(*) Y como que no tenía licor moscatel, que es lo apropiado, los acompañé de un vasito de vino de Oporto, añejo, de veinte años.
¡Y me quedé como Dios!
Mucho mejor el Oporto mi coronel.
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