En mi vida privada muchas veces digo que a mi me gustan los chistes malos (mucho mejor si, en vez de malos, son surrealistas, claro), que nunca me resisto a la tentación de caer en el chiste fácil y que no tiene porqué ser original, ni de contarles a mis hijos chistes de la época de mi tercero de primaria, con todo el recochineo del que soy capaz.
Nunca lo he expuesto aquí y hoy voy a empezar y de cuando en cuando iré intercalando alguno de ellos, a cual más patético:
- ¿A donde vas, Caperucita?
- al río, a lavarme el coño
- joer, como ha cambiado el cuento...
Coronel Von Rohaut
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