martes, agosto 14, 2012

La guerra submarina y la vida a bordo




Hace bastante tiempo publiqué aquí mismo una comparativa de la vida a bordo, actual o sea en submarinos nucleares que son bastante grandes y confortables en comparación a las latas de sardina de guerras anteriores.

Y los americanos son palacios, con comidas excelentes, duchas con agua caliente, etc. si se comparan a los soviéticos que, por ejemplo no tienen ni agua caliente para el baño de las tripulaciones, ni siquiera agua potable en cantidad suficiente.

Y esta diferencia, notable, ya se daba durante la IIGM en que frente a unos sumergibles americanos, por ejemplo los de las clases "Gato" y "Balao", poco confortables y con muchos inconvenientes, estrecheces e incomodidades, suelos llenos de grasa, posibilidad de solo una ducha semanal, etc. eran, no obstante y frente a los austeros y ascéticos submarinos japoneses y alemanes, casi unos balnearios.

O si no, ver esa descripción de la vida a bordo de un sumergible nazi, un "U boote" de la Batalla del Atlántico, que no es que fueran no aptos para claustrófobos (que esto lo son todos, incluso los modernos), si no que eran casi no aptos para la vida humana y su convivencia.

Coronel Von Rohaut

 En los U-Bootes se vivía en un mundo angosto y fétido, y la vida era una mezcla de aburrimiento, incomodidad y terror. Las tripulaciones ocupaban aposentos atestados de maquinaria, instrumentos o torpedos, y dormían en planchas encima de los proyectiles hasta que éstos habían sido utilizados contra blancos, dejando sitio para literas y hamacas.

Los motores diésel elevaban la temperatura hasta casi los 50 °C. El aire se volvía sofocantemente rancio durante los largos períodos bajo el agua. El agua potable era escasa; no había duchas, y nadie se bañaba durante los hasta tres meses que duraba una patrulla. El olor de los sudorosos cuerpos se añadía al olor de sentinasletrinas, cocina, ropas mohosas, gasóleo y la colonia al limón que utilizaban los hombres para eliminar la sal de sus rostros. No había intimidad ni tranquilidad. De fondo había siempre luces encendidas, el chillido de las comunicaciones por radio, el siseo de las mojadas botas de goma, el zumbar de una bomba de sentina, el sorber de las válvulas de entrada de aire y el pulsar de los motores diésel.

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