Tres siglos sojuzgados

Trescientos años de ocupación española en Catalunya, invadidos por empleados públicos enviados, impuestos, desde Madrid, secretarios de ayuntamiento, registradores de la propiedad, jueces, magistrados y funcionarios del registro civil, han dado como resultado que muchos catalanes ostenten, oficialmente, unos apellidos que son verdaderas aberraciones gramaticales.

Cuando un padre (el pobre, muchas veces analfabeto en aquellos tiempos) iba a inscribir a su hijo, un funcionario que ni sabía ni le importaba si no más bien despreciaba la lengua propia del país, escribía el nombre tal como a él le sonaba fonéticamente y con la grafía castellana. Por ello ahora tenemos en Catalunya a personas, incluso famosas, que se llaman Caballé que es como le sonaba al energúmeno de turno el Cavaller (Caballero) original. Y se llaman Farré o Ferré los que tendrían que ser Ferrer (Herrero o el Smith ingés), Puyol los Pujol (Cerro o Loma), Rusiñol los que tendrían que ser Rossinyol (Ruiseñor), Sabaté los Savater (Zapatero), Fusté los Fuster (Carpintero), Bultó los Voltor (Buitre), Esparbé los Esparver (Gavilán), Carreras por Carreres, y así "ad infinitum".

Pero es que todavía hoy, en pleno Siglo XXI y por imposición de los sucesivos gobiernos españoles y refrendado por tribunales castellanos, los jueces y fiscales destinados en Catalunya no tienen ninguna obligación de entender la lengua catalana, propia del país.

Lo anterior es un pequeño dato, uno más pero sumados hacen montonera, del porqué los catalanes, que no somos españoles (ni lo hemos querido nunca ni nunca nos han querido y menos respetado jamás), queremos liberarnos del yugo, independizarnos de la puta España castellana, y tener nuestro propio estado.

Y el otro día un eminente economista, preguntado si el entendía cual era la razón por la que España no nos permitía separarnos (especialmente debido al poco cariño que, en realidad, nos tienen) dijo que sí, que eran dieciséis mil millones de razones (o de euros, que son los que nos roban cada año).

Y que cuando hablan de la sagrada unidad de la patria, de tantos años de historia en común, de lo mucho que nos quieren y de lo que Catalunya representa para ellos, que es mejor sumar que restar, que ahora en que los países van hacía su integración el querer separarse es un atraso y un provincianismo y un ir en contra del sentido de la historia (*), que dentro de España nos engrandecemos y que fuera vamos hacía el abismo, lo desconocido, y que todo lo hacen por nuestro bien y por la salvación de nuestras almas, te doy permiso para que te rías a mandíbula batiente e incluso te mees encima por la risa floja.

Todo es mentira; solo quieren nuestro dinero, nuestros impuestos, nuestra pasta, con la que pagan todos sus sueños de grandeza y sus obras faraónicas que ellos, pobres mendigos, pordioseros y pícaros menesterosos, trileros de la historia, son incapaces de ganar con su esfuerzo. Hidalgos orgullosos, pedantes, vagos y maleantes.

Coronel Von Rohaut

(*) Hemos sido siempre mucho más europeistas e integradores que ellos. Solo que queremos formar parte de una Europa Unida sin tener que pagar ningún peaje a Madrid, la Cueva de Alí Babá y el Puerto de Arrebatacapas.