Todo y que solo representan un 1% de la población total musulmana de Francia, los conversos, altamente peligrosos por su fanatismo recién adquirido, figuran, de forma sobre-representada en relación a su número, en muchos movimientos salafistas y djihadistas del país vecino.
Han estado en Afghanistan, se preparan o ya han ido a Siria, y han perpetrado más de un atentado terrorista o acción criminal en territorio francés y contra sus antiguos compatriotas de origen; y contra los judíos franceses.
Captados por el islamismo radical entre personas mentalmente débiles e inestables o en busca de un utópico espiritualismo, son un tremendo problema para las autoridades francesas, extremadamente cuidadosas (demasiado) en el respeto a la libertad religiosa individual y el derecho a escoger. También algunos se convierten por razones familiares, especialmente entre individuos nacidos de matrimonios mixtos (franceses/sas con maghrebies, por ejemplo) y que en un momento dado optan por la religión parental más exótica.
Es como lo del huevo de la serpiente: habría que exterminarles (perdón, mejor neutralizarles) antes que eclosionen y crezca el mal y se expanda.
El mismo problema se da en España y muy especialmente en Catalunya, con gran densidad de putos sarracenos. Pero aquí las estadísticas son o menos fiables o menos transparentes...
Coronel Von Rohaut
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