lunes, febrero 24, 2014

Catalunya en España, un castigo inmerecido


Josep M. Ballarín - 22.02.14

Interesante artículo (para mi, anónimo) sobre algunas de las diferencias fundamentales entre catalanes y castellanos, que he recibido y que deseo reproducir.

Coronel Von Rohaut
Judíos, catalanes y vascos.
Hace ya muchos años, escuche una conferencia del profesor Aranguren. Decía que Castilla ha mantenido hacia los catalanes una hostilidad que no ha mostrado hacia ellos vascos, durante siglos . Y es cierto. En la Castilla ser “vizcaíno” - es decir – vasco era señal de pureza de sangre, ya que los semitas no llegaron a su territorio. Cervantes habla de los vizcaínos en un sentido humorístico que recuerda al de Dumas con los gascones, comunidad que tiene cierta relación con la vasca, pero en territorio francés y de lengua occitana.
Es curioso lo de los chistes. Si accedemos a Internet encontraremos un montón de ellos referidos a catalanes, vascos y gallegos, en este orden. Sobre los catalanes hay una cosa en común: se les equipara a los judíos, es decir, tacaños, avariciosos, interesados, aprovechados, que lo quieren todo para ellos... Incluso se puede encontrar uno en el que Judas resulta ser un catalán. No es extraño. En 1907, el racista, reaccionario y futuro filonazi Baroja, que tiene un libro en el que arremete contra “judíos, comunistas y demás ralea” afirma que los catalanes son los judíos de España, ya que los asocia al trabajo, al ahorro, al comercio.... de los que abomina ya que comparte el ridículo espíritu “hidalgo”, propio de siglos anteriores que lleva a detestar la “modernidad”. Y es que la burguesía catalana, a diferencia de la valenciana, balear o gallega se impuso sobre la aristocracia. Mantuvo la lengua propia y no se castellanizó ni se hizo sucursalista como las otras burguesías. Es un caso único, ya que lo normal es que las clases dominantes de las naciones sin Estado adopten la lengua de los dominadores.
Este fenómeno ya la observamos en la antigua Corona de Aragón, formada en principio por Catalunya y Aragón y , más tarde por sus conquistas: Mallorca, València, Sicilia... Mientras en Aragón dominaba la aristocracia, en Catalunya la burguesía ya era la que marcaba el camino a seguir en época de Jaime I (siglo XIII), pudiéndose decir que la aristocracia catalana estaba aburguesada como sucedió en las repúblicas del norte italiano. Este fenómeno aumenta con el control del comercio mediterráneo, en el que también participan valencianos y baleares.
Mientras en el siglo XV desaparece la lengua aragonesa – reduciéndose a zonas de los Pirineos de Huesca – la catalana continua viva en nuestros días. Aragón se castellaniza y pierde su identidad diferenciada, sin que haya ejército invasor, que acabará confundiéndose con la castellano-española. Por mucho que haya quien pretenda lo contrario, el factor lingüístico es fundamental a la hora de cimentar una cultura y nación propias. Por eso, hay nacionalismo en los territorios que conservan su lengua. Lo otro, más que nacionalismo es un imperialismo españolista centrado en lo castellano y el castellano, que se confunde con lo y el español. De aquí la batalla que desde Madrid o París se ha realizado durante siglos para eliminar las lenguas que sobran, a las que llaman despectivamente “dialectos” o patois”. El lema centralista en el que se basa el de “una, grande y libre”, con democracia o sin ella, ha sido: un solo estado, un solo país, una sola lengua, una sola raza, una sola religión”. Es una constante histórica que afecta a la práctica totalidad de los Estados.
En otro lugar comenté que el odio a los judíos es el odio al diferente proveniente del fanático de la unidad, entendida como uniformidad. Para ello, en diferentes países, se ha hecho de todo: prohibir la lengua, las religiones, discriminación, deportación masiva, matanzas, expulsiones, genocidios, etc. La historia está llena de ejemplos, como Turquía y su represión hasta el genocio de armenios, griegos o kurdos, según el caso. El lema es el mismo: todos turcos, todos musulmanes, todos hablamos turco.
En el estado español los catalanes hacen las veces de judíos del Antiguo Régimen. Son los diferentes, las cabezas de turco a los que se insulta y desprecia todos los días a través de los medios de comunicación, la política o la misma calle. Lógicamente, se les atribuye a los catalanes las características asociadas a los judíos, especialmente las que tienen que ver con lo económico, y es por pura envidia. Si los judíos fueron la palanca económica, y de otros tipos, hacia la modernidad; en el caso de España, lo es Catalunya, que siempre ha sido más emprendedora que Castilla precisamente por su espíritu burgués frente al hidalgo de Castilla, reacio al trabajo y a lo económico. Recordemos el “Lazarillo” y el espíritu del hidalgo pobre que prefiere morir de hambre antes que sufrir la “vergüenza” de trabajar. En esto radica el atraso secular español.
La hostilidad hacia lo catalán resulta bochornosa y recuerda a la del judío en el nazismo: campañas de boicot, declaraciones de políticos y periodistas a sueldo de cualquier espectro político de lo “españolista”, denegación de selecciones deportivas que sí tienen escoceses o galeses, predicación del apocalipsis secundum Madrid de los males que conllevaría una consulta soberanista – lo que no ha pasado en países con más tradición democrática en los casos del Quebec o de Escocia – de los que se evita hablar en TV sea cual fuere el ideario del medio. Estamos como en la época de José Antonio: “Prefiero una España roja a una España rota”, y así nos va.
Tantos años de “transición” y “democracia” en los que no se ha aprendido a aceptar al diferente, en los que la identificación Castilla- España, castellano- español sigue tan fosilizada como siempre. En los que los derechos se restringen. En los que dejan a una comunidad autónoma como la mía sin ningún medio de comunicación en la lengua propia. Mientras en la inmensa Canadá las dos lenguas oficiales en plan de igualdad son el inglés y el francés; o en Bélgica, el francés y el neerlandés; aquí sólo lo es el castellano, “lengua común de todos los españoles”. En lugar de favorecer la integración y la armonía, como hicieron en Canadá con el Quebec y están haciendo en RU en el caso de Escocia, aquí hay quien hace llamamientos televisivos a la Brunete y se atiza la catalanofobia o el anticatalanismo todos los días sin que ello tenga consecuencias legales. Probablemente sea delito: incitación al odio por motivos de bla, bla, bla, pero ya sabemos quién nombra a los jueces.
No se ha aprendido la lección. Cuando yo era un niño, nos decían que España estaba compuesta por no-sé-cuántas provincias, dos plazas de soberanía: Ceuta y Melilla y la “provincia” española de África del Sahara y las “ultramarinas” de Río Muni y Fernando Poo, en el golfo de Guinea. A finales del siglo anterior, había más provincias: las que componían Cuba, Puerto Rico y Filipinas. Más lejos quedaba la “provincia de La Florida” cedida a EEUU. Cuando Cuba se rebeló porque no se le había concedido la autonomía, estalló la guerra, entonces se le propuso la autonomía, pero ya era tarde. Siguen sin aprender.
En el caso francés – cuyo modelo centralista se copia en España – no hay “provincias”, sino “departamentos”. Sin entrar en Europa, aún conservan “departamentos de ultramar”, que forman la así llamada por ellos “Francia de ultramar” con territorios en diferentes océanos. Es curioso e hilarante, pero cuando los franceses “culturizaban” a los argelinos les decían “nuestros antepasados los galos” (sic). Aquí nos hablan de “celtíberos” o de “visigodos” y dan la murga con el Gibraltar español y ni mencionan que Francia tiene territorios navarros y catalanes. Mucho quejarse y no aceptar la “Paz de Utrecht” y ni acordarse de la “Paz de los Pirineos”, sencillamente porque el concepto centralista de España que han construido se basa en Castilla, lo castellano y el castellano o español. Como curiosidad decir que la “Santa Inquisición” actuó siempre en castellano, incluso donde se hablaban otras lenguas y aún tenían sus fueros vigentes.
Y esto no afecta solo a la gran política, sino al día a día. Yo no puedo hablar en mi lengua a mi mujer en Madrid, Sevilla o Las Palmas sin tener que oír alguna estupidez sobre los “catalanes” , y eso que no soy catalán. También se queda uno de piedra cundo oye a familiares castellanos que visitan nuestra tierra que parecemos “extranjeros”; se quedan atónitos al oír una lengua diferente del castellano que no sea inglés, francés, alemán... y le llega a uno a la moral cuando es tratado como extranjero en su propia tierra por hablar su lengua.

Las cosas no pintan nada bien, especialmente cuando la catalanofobia da votos ahora como antes el antisemitismo. Por eso, la atizan. Más de un politicastro ocupa una poltrona gracias a ello. Mirad por dónde, Baroja acaba teniendo razón, los catalanes son nuestros judíos. Cuando uno escucha, ya sin espanto, hablar a algún obispo o representante de la Conferencia Episcopal de la “moralidad” o “inmoralidad” de romper la sacrosanta unidad de España, patria común e indivisible de todos los españoles, piensa que aún es un niño y su profesor es un falangista de pro, por mucho que se les llene la boca con la palabra “constitución”.

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