¿Molesto a alguien si afirmo que, a mi, la abdicación del Juancar y su relevo por el Felipito, me importan tres pares de cojones?
Si digo que me importa un pepino, que me la suda, si las Españas castellanas quieren seguir siendo monárquicas o desean ser republicanas (República que, por cierto, en la España profunda jamás ha funcionado: ellos son conservadores retrógrados).
O sea, que hagan lo que quieran, lo que prefieran o lo que les pase por los santos cojones. A mi, a los catalanes, que nos dejen seguir nuestro camino propio e independiente; ya nos apañaremos.
Si fuera cierto, como repiten machacona e incansablemente, que somos los catalanes quienes les chupamos la sangre a los buenos castellanos, que Catalunya vive a expensas de España la que, gracias a sus flujos dinerarios, nos mantiene vivos, etc. etc., nunca podré acabar de entender por qué, cagüendiez, no se rebelan contra esta situación que, según ellos, tanto les perjudica.
Deberían manifestarse masivamente, casi levantarse en armas, para pedir nuestra expulsión de España. Echarnos como en su día echaron a los judíos primero y a los moriscos después; lo que les abocó a la ruina (*) y a tener que vivir del pillaje y el saqueo. Del oro de América primero, del expolio fiscal de Catalunya después...
Pero si les gusta...
Coronel Von Rohaut
(*) Con los primeros perdieron la capacidad bancaria y financiera (más, y muy importante, la cultural), y con los segundos la innovación en la agricultura de regadío y aprovechamiento del agua.
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