Si yo tuviera interés en aprender a cocinar con un poco de nivel, sin duda lo haría siguiendo los programa del cocinero vasco y, sobre todo, gran comunicador televisivo Karlos Arguiñano. A pesar del tiempo transcurrido no cansa y sus programas son didácticos: hace mucho hincapié en la higiene, explica cosas básicas de los fogones, y es extremadamente pedagogo en culinaria casera y sencilla pero elaborada, comida de diario, variada y con clase.
Y como que yo tengo tendencia a perdonar los pecados de la bragueta, a pesar que se ponga un poco en ridículo al meterla en calzador en sus programas, encuentro hasta tierno el embobamiento del veterano cocinero con su joven y esbelta ayudanta, la Ainhoa, que nadie sabe qué pinta allí. Pero cómo yo, el Arguiñano ya es un vejete verde al que le deben encantar las jovencitas; le cae la baba, se nota y es inevitable...
Coronel Von Rohaut
(PS) Quiero suponer que en el sueldo que le paga debe incluirse el llevársela a la cama. Pero no quiero meterme en lo que no me importa; debe ser solo envidia...
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