martes, octubre 21, 2014

Otra historia de "gilipollas habituales"

Varias veces se han dado ya en Catalunya quejas de vecinos de pueblos (pocos, pero hijos de puta) por el sonido del repique de las campanas, que les molestan, o hasta solo por dar las horas desde el campanario de la iglesia en la quietud de la campiña, estampa bucólica donde las haya...
Y también han surgido quejas (siempre por parte de habitante urbanos, de ciudad, que se han trasladado a vivir a un pueblo y exigen que el entorno natural se adapte a ellos y no al revés, como debe de ser) por los ladridos de los perros. Y es que en los pueblos hay, y deben haber, perros que ladran...
Pero ahora, y creo que no es el primero, un imbécil de un pueblo de la comarca de Osona, una de las que tiene mayor importancia ganadera y agrícola en Catalunya, ha demandado al ayuntamiento por el canto de los gallos...

¡Vírgen Santísima! ¿Pero puede haber algo más icónico y representativo, en un pueblo de payés, que el canto matutino, brillante y estentóreo, de un gallo de corral, al romper el alba y a la salida del sol...?
Que haga como los labradores de antaño y de siempre, que usan dicho canto del gallo como despertador y para levantarse e ir al campo, "al troç" (como decían en mi pueblo), a iniciar su labor diaria de sol a sol (*).

¡O que se vayan a la puta mierda o a tomar pol culo! Que me dejen a mi cuatro días la alcaldía del pueblo y verán el saco de hostias que se llevaban estos energúmenos inadaptados o "toca huevos compulsivos" que se han equivocado de país...

Coronel Von Rohaut
(*) Hostias, ahora ya no, que no van a arar con el carro y la mula, si no que van en tractor con luces y aire acondicionado...¡Pero que siga cantando el gallo, ladrando el perro y tocando la campana de la iglesia, coño!

1 comentario:

  1. Me reafirmo en mi convicción de que en las Españas no cabe un tonto más.

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