Varias veces se han dado ya en Catalunya quejas de vecinos de pueblos (pocos, pero hijos de puta) por el sonido del repique de las campanas, que les molestan, o hasta solo por dar las horas desde el campanario de la iglesia en la quietud de la campiña, estampa bucólica donde las haya...
Y también han surgido quejas (siempre por parte de habitante urbanos, de ciudad, que se han trasladado a vivir a un pueblo y exigen que el entorno natural se adapte a ellos y no al revés, como debe de ser) por los ladridos de los perros. Y es que en los pueblos hay, y deben haber, perros que ladran...
Pero ahora, y creo que no es el primero, un imbécil de un pueblo de la comarca de Osona, una de las que tiene mayor importancia ganadera y agrícola en Catalunya, ha demandado al ayuntamiento por el canto de los gallos...
¡Vírgen Santísima! ¿Pero puede haber algo más icónico y representativo, en un pueblo de payés, que el canto matutino, brillante y estentóreo, de un gallo de corral, al romper el alba y a la salida del sol...?
Que haga como los labradores de antaño y de siempre, que usan dicho canto del gallo como despertador y para levantarse e ir al campo, "al troç" (como decían en mi pueblo), a iniciar su labor diaria de sol a sol (*).
¡O que se vayan a la puta mierda o a tomar pol culo! Que me dejen a mi cuatro días la alcaldía del pueblo y verán el saco de hostias que se llevaban estos energúmenos inadaptados o "toca huevos compulsivos" que se han equivocado de país...
Coronel Von Rohaut
(*) Hostias, ahora ya no, que no van a arar con el carro y la mula, si no que van en tractor con luces y aire acondicionado...¡Pero que siga cantando el gallo, ladrando el perro y tocando la campana de la iglesia, coño!
Me reafirmo en mi convicción de que en las Españas no cabe un tonto más.
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