Ahora que los catalanes, y por mil más una razones, queremos independizarnos de España, salen por la tele muchos políticos hispano-castellanos, informadores o formadores de opinión y tertulianos mesetarios y, para conquistarnos y evitar nuestra secesión, pero sin dejar de insultarnos, dicen: "nosotros queremos mucho a los catalanes, a los habitantes de esta laboriosa región tan querida por nosotros...".
Pero yo no deseo que los madrileños me quieran, no lo necesito. Como tampoco yo no quiero, especialmente, a los toledanos. No conozco a nadie en Toledo y sus habitantes me dejan totalmente indiferente. Incluso diré que los toledanos, todos los toledanos, me la sudan... Tanto o más que los de Ulan-Bator, capital de Mongolia.
Pero lo que yo no haré nunca es ir a Toledo y, mientras les expreso mi cariño de palabra, meterme en sus vidas, intentar dirigirles y decirles cómo han de hablar; me importa tres pares de cojones si, en lugar de hablar en portugués, prefieren hacerlo en castellano.
Y todavía menos lo que haré será entrar en sus haciendas y llevarme el dinero que allí se haya recaudado con sus impuestos y, con él, pagar la estación del AVE de Girona o liberar de peajes la autopista de Manresa...
¡Qué me dehes, coño...!
Coronel Von Rohaut
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