Cuenta la historia que en el siglo Vº reinó en la China una mujer, ex-prostituta ascendida por nupcias e ida a más que, como símbolo de acatamiento y sumisión a su rango imperial, cuando recibía en palacio a dignatarios extranjeros que la visitaban, así como a los embajadores de otros países que venían a presentarle sus cartas credenciales, el ceremonial, inventado por ella, exigía que estos le besaran el coño en público.
Unos buenos lengüetazos en la entrepierna o sea, un cunilingus completo y en toda regla.
Confío que ahora, que la China vuelve a ser una potencia mundial de primer rango, los chinitos y chinitas moderen sus ansias pornográficas.
Con que los putos moros y sarracenos nos quieran degollar, los pobres y decadentes europeos ya vamos servidos. O como en Colonia (Alemania) donde un grupo de inmigrantes norteafricanos acorralaron a unas chicas y las sometieron a tocamientos en las partes íntimas y alguna fue violada, tal cual...
Luego, las autoridades alemanas rogaron que no se culpase a la comunidad musulmana indiscriminadamente: que no todos son malos, dicen.
Pero como que yo no sé cuales son malos y cuales peores, yo les expulsaría a todos y, como decía a sus caballeros aquel bravo cruzado medieval, Simón de Montfort, y en relación a los albigenses de la perseguida religión "cátara" del sur de Francia y a sus cruzados perseguidores mezclados con ellos en la batalla por la toma de Béziers: "matadles a todos y Dios ya reconocerá a los suyos".
Coronel Von Rohaut
(PS) Lo que la historia no precisa es si la emperatriz, previamente, se lavaba con agua de flores de azahar, o si el chocho le olía y sabía a bacalao salado o a almeja un poco pasada.
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