Ya sé que el hacerlo en público es una guarrada de una mala educación suprema; ya solo el comentarlo es de mal gusto y una verdadera grosería.
Pero echarse unos buenos pedos o una ristra de eructos, en según que circunstancias, es una actividad sublime, relajante y reparadora.
Que el cuerpo humano, como todo motor de combustión interna, después de la compresión (posterior a la admisión o cuchipanda) comporta una expansión y la correspondiente descompresión por los tubos de escape naturales (con las correspondientes válvulas a veces un poco flojas, incluida la de seguridad) con los que Dios, siempre previsor, nos dotó a los mamíferos y otras de sus bestezuelas.
Coronel Von Rohaut
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