miércoles, abril 19, 2017

Los tesoros gastronómicos del mar (o del rio) que algunos se fueron para no volver

Y recuerdo que una vez, en Santiago de Chile y en un restaurante de lujo de un club financiero, me invitaron a cenar y me sirvieron un lenguado que era de gran tamaño y muy grueso o sea, con mucha carne (contrariamente al que comemos aquí), pero que no sabía estrictamente a nada por más que lo hubieran cocinado "à la meunière" (a la molinera), que es un plato noble de la cocina francesa del pescado,
o sea, enharinado y frito con mantequilla. Algo parecido a lo que ocurre con las insípidas langostas de aguas cálidas (*), como las del Caribe (y esto que Chile tiene las aguas muy frías por culpa de la corriente de Humboldt...).

Y también recuerdo que, aficionado a la meteorología desde muy pequeño, escuchaba los partes que daba la radio y siempre hablaban del tiempo o estado de la mar de la zona del "Gran Sol" a la que los pescadores gallegos iban habitualmente. Y me chocaba lo de "Gran Sol", aplicado a una área maritima ubicada al suroeste de las islas Británicas e Irlanda.

Hasta que supe su significado, que no era otro que una traducción cutre o transliteración fonética de lo que los pescadores franceses llamaban "la grande sole" o "gran lenguado", abundante en este caladero atlántico (entonces, ahora ya no).

Coronel Von Rohaut

(*) Lo que no se da con las langostas gallegas, riquísimas, como las que servían en el restaurante "Anduriña" del puerto de A Guarda,
al sur de Vigo y cerca de la frontera portuguesa, en la desembocadura del río Miño, famoso, un poco más tierra adentro, por sus lampreas,
con las que yo nunca pude, por su aspecto de serpiente y forma tradicional de cocinarlas en su sangre...

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