Aparte del hombre (el mono, no), el caballo es el único animal que suda.
Por eso los tártaros mongoles, grandes jinetes, en sus correrías guerreras a través de las estepas del Asia Central y para comer sin perder tiempo en hacer fuego, colocaban un trozo de carne cruda debajo de la silla de montar (*), carne que se iba cociendo (o fermentando) en contacto con el sudor de la piel del caballo.
Y así nació el "steak tartare" (pronunciar "stec" y no "stic" como hacen muchos españoles, ya que así significa palo o bastón y no bistec).
Una verdadera guarrería salvaje y no el delicioso plato de carne de vacuno picada cruda, (mejor cortada con una cuchilla que picada a máquina y como lo hacía mi esposa),
y aderezada con pimienta molida, cebolla picada fina, alcaparras y huevo duro a daditos o bien un huevo crudo encima ("à cheval"), que sirven en restaurantes de cierta categoría y de tradición culinaria francesa
y en los que te lo prepara el "maître" (y no el "chef") a la vista y en la misma mesa.
Coronel Von Rohaut
(*) Ellos inventaron los estribos para poderse elevar sobre el caballo y mejor manejar el arco recurvado que también inventaron ellos.
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