Posiblemente España sea el país occidental o civilizado en el que mas impunemente se mienta, donde mentir sea un deporte nacional, una práctica habitual y aceptada al ser mayoritariamente ejercida por la mayoría de su pueblo (dicen que podría ser una herencia cultural musulmana, del largo periodo en el que España estuvo ocupada por la morería, sociedad que jamás ha tenido ningún respeto por la verdad).
Resulta asqueroso que un dirigente del PP de Catalunya, como el García Albiol (el mamporrero "adoctrinador"), diga sin que se le caiga la cara de vergüenza, que los maestros de las escuelas catalanas enseñan a su alumnos a odiar a España (*). Pero lo más sangrante es que todo un señor ministro del gobierno español, el ignaro Dastis, del que se supone que tiene un mínimo de educación y de conocimientos, diga que en Catalunya, en sus escuelas, no se enseña el idioma castellano (**),
Es tan grotesco que he estado a punto de ni quererlo comentar.
¡Ah, y al gachó éste no le va a ocurrir nada...!
Coronel Von Rohaut
(*) Yo sí que casi odio a España, a todo lo español y castellano o, cuanto menos, si que la desprecio profundamente. Ah y yo, por cierto, jamás estudié en ninguna escuela catalana (que no las había por prohibición expresa de Franco), ni española (gracias a Dios, y a mis padres les felicito por el acierto...).
(**) Cuando informes académicos oficiales de Europa constatan que los niños catalanes (alumnos de centros educativos donde tienen el catalán como lengua vehicular, y al parecer donde les adoctrinan pero donde, en todos, se dan clases de castellano), sacan mejores notas en lengua castellana que la media de los alumnos castellanohablantes del resto de España y que se forman en escuelas monolingües.
Y al imbécil del ministro Dastis le costaría muy poco el comprobarlo, si no fuera tan fanáticamente sectario y perverso; y embustero como a buen castellano que es (¿Qué le diferencia de un energúmeno fabricante de bulos y patrañas, escritor y propagador de libelos y panfletos, como el Eduardo Inda? Pues nada...).
Acabaré por añorar al García Margallo; por lo menos tenía un mínimo de cultura.
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