Veo empezar el partido final de la Copa de la Liga Inglesa, entre el Arsenal y el Manchester City, y una cantante interpreta el himno inglés, el "God Save the Queen" (*), entre los aplausos del público.
Y el locutor español, muy cuco él, dice "ves como se puede cantar un himno sin que nadie lo silbe; todo depende de donde se hace...".
Y no depende de donde sino que depende que uno se sienta o no identificado con dicho himno y lo considere el suyo o el himno de su enemigo secular.
Y lo toque una banda de granaderos, lo cante una putilla con su letra inventada, o el Sergio Ramos diga "lo, lo, lo, lo, lo", yo, con el himno de España, me siento tan identificado como con el de la Mongolia Exterior.
Coronel Von Rohaut
(*) "¡Dios salve a la Reina!" que es lo que, al parecer, dijo un ayuda de cámara de Enrique VIII, cuando vió el descomunal miembro de su Rey y Señor.
En la imagen superior, la armadura de dicho rey, segundo de la dinastía Tudor fundada por su padre, conservada en la Torre de Londres, y con un protector viril como jamás se ha visto en ninguna otra armadura.
Los Tudor sucedieron a los York, a los que vencieron en la Guerra de las Dos Rosas, con lo que se dió fin a la línea de la Casa Plantagenet (heredera de los Normandos de Guillermo el Conquistador, que invadieron Inglaterra y reinaron durante 2 siglos y medio).
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