A partir del mes de mayo 2019, el kilo dejará de ser el peso de un cilindro de platino iradiado guardado en un museo de Paris, para pasar a ser una fría fórmula matemática basada en las fuerzas electromagnéticas.
Toma del frasco, Carrasco.
Ya hace años que la hora dejaba de ser la vuelta que hacían las agujas del reloj (o, antes, la caída de un chorrito de arena), para pasar a ser una frecuencia de microondas fijada por un reloj atómico de cesio.
Y el metro dejaba de ser el largo de una barra, también de platino iradiado (*), del mismo museo parisino, para basarse en la velocidad de la luz.
Está claro. Yo ya no soy yo y mi circunstancia, sino que, seguramente, pasaré a ser una puta mierda seca atada con un cordel...
Coronel Von Rohaut
(*) Basada en una porción de un meridiano terrestre.
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