Sinceramente he de decir que me parecen un poco exageradas las continuas lamentaciones de mucha gente por las muchas cacas de perro que se encuentran por la ciudad. Hombre, a mi también me da mucho asco el pisarlas pero, de verdad, me ha ocurrido poquísimas veces.
Además recuerdo que la calle había sido siempre lugar natural de excrementos de animales. En mi infancia recuerdo perfectamente la circulación de carros tirados por caballos: los de los entierros, los de los basureros y barrenderos. Los de los repartidores de barriles de cerveza "Damm", si bien ahora mismo no sabría decir si este recuerdo es real o fruto de la nostalgia reavivada por algún cartel publicitario. Pero lo que si es cierto es que los caballos cagaban y su mierda era recogida, no al instante, por los barrenderos, que para esto estaban.
No tan distante en el tiempo, uno de los que siempre cagaba al pasar por delante de dónde yo trabajaba, en la Diagonal, era el mágnifico caballo jerezano que tiraba la calesa en la que, a diario y desde su domicilio en la zona alta de Barcelona, se desplazaba el Sr. Bofarull a su restaurante, "Los Caracoles", de la calle Avinyó
Obviamente yo siempre llevo bolsas de plástico en el bolsillo y lo que no dejo, jamás, son restos orgánicos de mi perra en las aceras, pasos de peatones o lugares de juegos infantiles en los parques y jardines. Y a las personas incívicas (o puto guarras) que lo hacen (sí... muchas), les daría de hostias, que se acordarían toda su vida.
Pero nunca piso ninguna, sencillamente, porqué tengo por costumbre mirar donde meto los pies y nunca ando a la "babalá", ni voy por el mundo "badánt", ni acostumbro a tropezarme por ir hablando con alguien o por estar en otra cosa.
Quedó grabada en mi mente, desde muy pequeño, una escena de una de las lecturas escolares de aquel maravilloso libro de antología literaria, llamado vulgarmente el "Dumas", porqué lo había escrito Alejandro Dumas hijo, el autor de "La Dama de las Camelias", obra que dio lugar a la ópera de Verdi ,"La Traviata". En dicha escena, que por culpa de la maldita edad ya no recuerdo ni el nombre del libro ni el del autor (podrían ser Pierre Loti, Maupassant o Anatole France, quizás...), mientras deambulaban por el parque un joven y su maestro, éste, al mismo tiempo que recogía una piedra del suelo, describía las características y arreos del hermoso caballo árabe en el que, a lo lejos, paseaba el sultán.
Yo puedo ir en coche, conduciendo con la máxima atención hacía el tráfico o las curvas de la carretera (jamás he tenido un accidente del que yo haya sido culpable) y sin embargo puedo disfrutar, de reojo y simultaneamente, del paisaje o de una puesta de sol. Discrimino perfectamente si los árboles cerca de la carretera son pinos, eucaliptus, plátanos o encinas y si los campos verdes son de alfalfa o maíz. Y de mas joven (ahora he perdido esta habilidad) reconocía si los cereales en crecimiento eran trigo o cebada...
Pero hay gente que sólo puede dirigir su atención hacía una cosa al mismo tiempo. Y pisan mierda ...
Coronel von Rohaut
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