Una amable lectora me tilda de "pijo" y no reniego de ello.
Por ejemplo, hoy me ha emocionado que en su última "tournée" de despedida, la hasta ahora Secretaria de Estado americana, Condoleezza Rice, (la "Condy" que se la ponía dura al general "Arik" Sharon), ha obsequiado a la Reina Elisabeth II con una interpretación, en el piano de cola de Buckingham Palace, del Opus 34 (quinteto para piano en Fa menor), de Johannes Brahms, acompañada al violín por Louise Miliband, esposa de su homólogo en el británico Foreign Office, más tres profesionales de la Royal Philarmonic de Londres.
Por cierto, el piano, del que veo mal la marca y el "logo" que he mirado con lupa, podría ser un "Yamaha". Claro que His Majesty the Queen podría permitirse un Steinway & Sons e incluso un Bösendorfer (*). Seguro que en sus numerosos palacios y castillos, tiene algunos.
Allá por los años 50/60, Françoise Sagan, la autora de "Bonjour tristesse" iba preguntando "Aimez-vous Brahms ?", y yo me contestaba, "Non ma chère, je préfère Mozart et, parmi les romantiques, j'aime mieux Chopin et Listz". Pero no me disgustan las Danzas Húngaras de Brahms, especialmente la Nº 5 en Fa sostenido menor.
O sea, no renuncio a una cierta "pijería". Pero también me ha acusado de "gilipollas" y esto, querida, no se lo consiento a nadie. "Gilipollas" será tu santa madre...
Y cundo se despida el bueno del Moratinos, supongo que será dando un concierto de bombo, acompañado del "Manolo".
Coronel Von Rohaut
(*) Yo prefiero el sonido más limpio del Steinway, si bien gente entendida dice que el sonido del Bösendorfer, aún más caro y hoy propiedad de la japonesa Yamaha, es más oscuro pero también más rico y denso. El pianista de jazz Oscar Peterson se enamoró del Bösendorfer en un concierto en Austria, pero mis favoritos John Lewis y Thelonius Monk, se prodigaron especialmente con sus Steinway & Sons, al igual que el pianista clásico Van Cliburn.
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