Vergüenza, una vergüenza cósmica, inmensa e inabarcable es lo que deberíamos sentir los hombres por lo que hacen otros hombres, que se dicen civilizados, en pleno Siglo XXI.
Veo por la televisión un acto bochornoso, al que algunos llaman espectáculo y que, al igual que la fiesta de las "corridas de toros", amparan bajo el manto de la tradición.
Se llama "El toro de la Vega" y lo celebran y disfrutan sadicamente unos "castellanos viejos", unos auténticos "hidalgos" del pueblo de Tordesillas, en la castellanísima (*) tierra de Valladolid. Y digo que son unos hidalgos auténticos porqué la palabra "hidalgo" es una contracción de los vocablos "hijo de algo" o sea, persona con "pedigree" o dinastía. Y, efectivamente, son unos "hijos de algo": unos verdaderos "hijos de puta", y desde aquí pido perdón a las prostitutas por bajarlas al nivel salvaje de tales enérgumenos.
Porque con la excusa de que celebran su Fiesta y encima en honor de una Virgen, (¡si San Francisco de Asís levantara la cabeza!) sueltan un toro al que 300 personas persiguen a caballo y a pié, armados con largas lanzas que le van clavando repetida y cruelmente para hacerle huir despavorido durante largos minutos y, al llegar al campo, alancearle salvajemente hasta hacerle morir, desangrado por una larga agonía y rematándolo de varias cuchilladas y cortarle los testículos cuando, posiblemente, todavía esté en vida.
¿Porque sea una tradición medieval hay que respetarlo y seguirlo autorizando? Vale, pues que por tradición y como ya hacían los romanos, encierren a los habitantes de Tordesillas, desarmados claro, con su alcalde o alcaldesa al frente y con todas sus esposas, madres e hijos, en la arena de un coso y allí suelten a varios toros bravos con los cuernos sin afeitar y sin picarlos antes para no quitarles fuerza. Y los forasteros iremos a ver la Fiesta, pagando la entrada ¡eh! y disfrutaremos viendo como las bestias irracionales revientan, destrozan, les sacan las tripas y les pisotean el hígado a tan valientes y nobles "hidalgos castellanos".
¡ Dios, cuan tradicionalista me siento, a veces !
Coronel Von Rohaut
(*) Igual de atávicos y salvajes (y de reprobables), si bien mucho menos crueles y sanguinarios, son las sueltas de novillos embolados y con las puntas de los cuernos encendidas con antorchas, que se celebran al sur de Catalunya (Terres del Ebre y País Valencià) y que le deben causar al pobre animal un "stress" considerable. También aquí tenemos, por desgracia, gentes un poco primarias y un mucho insensibles: nada que no se pueda resolver, primero con multas y prohibiciones y luego con cultura y civismo.
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