Hace tiempo ya me hice eco de una teoría, adobada con muchos datos y bastantes evidencias, si bien todas circunstanciales (que diría un abogado), asegurando que Cristóbal Colón era, en realidad, Cristòfor Colom y catalán.
Yo tendría tendencia a darla por buena ya que son muchas las circunstancias que le dan plena verosimilitud y, en cambio, ninguna prueba que fuera genovés, que fue el ardid utilizado.
Ahora, unos estudios históricos revelan, con datos fidedignos, que en su segunda expedición hacía las Américas, la flota mandada por Colón no salió de Cádiz, como cuentan todos los libros editados en España, si no de Barcelona unos días antes y que, en realidad, en Cádiz hicieron escala, como muchos barcos, para completar su aprovisionamiento antes de lanzarse hacía alta mar.
Pero todos los historiadores hispanos estuvieron de acuerdo para afirmar que esta segunda salida tuvo su origen en Cádiz, negando la primera singladura o primera etapa del viaje y así evitar toda relación entre el descubrimiento y Catalunya, tal como ya habían hecho anteriormente al fijar el puerto de Palos, en Huelva (inexistente entonces) como punto de salida y llegada del primer viaje, en lugar de Pals (Girona), que se encuentra exactamente a la distancia precisa que justifica los 3 días que tardó Colón en llegar a Barcelona, después de desembarcar, y rendir cuentas del viaje a los Reyes Católicos, en las escalinatas del Palacio Real, en la actual Plaza del Rey, lo que sí que está documentado.
Cada día estoy más convencido que el Descubrimiento de América fue un acontecimiento de importancia planetaria, realizado por un catalán, al servicio el Rey Fernando de Aragón y que luego, Castilla, su pérfida y malhechora reina Isabel y luego sus nietos y biznietos, con Felipe II al frente y con la complicidad de unos funcionarios e inquisidores castellanos rapaces y estafadores, expoliadores ya entonces, se apropiaron de dicho descubrimiento y de todas las riquezas que propició que, por cierto, en manos de unos explotadores ineptos por vagos y holgazanes, acabaron en manos de banqueros holandeses y corsarios ingleses y sin ningún beneficio, a largo plazo, para el país; solo la construcción de palacios para una nobleza ociosa y haragana. En un tiempo donde no había, ya no Internet, si no ni prensa ni ningún tipo de medios de comunicación y un pueblo analfabeto, reescribir la historia, como hicieron aquellos funcionarios castellanos, no hubo de ser demasiado difícil.
Y el engaño ha durado cinco siglos...
Coronel Von Rohaut
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