Los catalanes siempre lloramos. Sí señor, somos unos llorones y unos quejicas...
Explicado por el Director de un periódico catalán en su editorial: "En el Boletín Oficial del Estado del 28 de noviembre del 2002, se adjudicaron dos proyectos similares para mejorar los accesos ferroviarios a los aeropuertos de Barajas (Madrid) y el Prat (Barcelona). Era la misma idea, con proyectos similares (túneles), objetivos parejos (mejora de conexiones) y presupuestos casi iguales. Y los mismos plazos de ejecución: tres años".
El de Madrid tardó en ultimarse (como casi todo en España) pero ya está en funcionamiento desde hace un año y medio. El de Barcelona ni tan solo se ha iniciado...
Es un agravio comparativo demoledor y una desventaja competitiva dramática (y buscada y obtenida, mecagüen sus muertos).
Y cuando el imbécil y cagado del actual Conseller se lo reclame a la Ministra española, está escuchará con cara de decir "estos catalanes de mierda siempre pidiendo...". Y, claro, contra el vicio de pedir está la virtud, castellana, de no dar. Y si le reclama, además, la imprescindible conexión ferroviaria con Europa del Puerto de Barcelona, le contestará, encima con altivez, "nene, no pidas tantas cosas, que hay crisis... ¿o no lo vés?". Y de reclamar la gestión del aeropuerto, el Conseller ya ni tendrá cojones.
Y mientras Madrid ya se ha convertido en una urbe de primera magnitud (con el dinero de los catalanes), a Barcelona la están "tercermundializando".
¿De qué coño nos quejamos, si nos han regalado el inmenso orgullo de disponer de un pasaporte español y poder ir por el mundo hablando una lengua universal (la suya, impuesta) en vez de un dialecto pueblerino?
Tendríamos que estar todo el día arrodillados (*) y dando gracias al cielo por tamaño privilegio concedido, en lugar de quejarnos como unas mocosas malcriadas que pierden el tiempo mirándose el ombligo.
Coronel Von Rohaut
(**) Vivir arrodillados, esquilmados y enculados (versión coloquial de sodomizados), ya lo venimos haciendo hace décadas.
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