Siendo, como es, el partido político de Unió Democràtica de Catalunya, un partido catalán e inequívocamente catalanista y uno de cuyos dirigentes (Manuel Carrasco i Formiguera, cuyo hijo, Raimón Carrasco i Azemar i Puig de la Bellacasa, fue colaborador de Jordi Pujol en la Banca Catalana) fue fusilado por Don Francisco durante la Guerra Civil y en Burgos (todo y siendo católico practicante y huir de la zona republicana por miedo a ser castigado por los anarquistas y comunistas y por sus creencias religiosas), y fusilado tan solo por ser catalán y catalanista, a su actual Presidente, el filo-españolista Durán Lleida deberían mandarle a tomar pol culo. Y poner de relevancia que dentro de tal partido y aún hoy, siguen habiendo algunos soberanistas como el alcalde de Vic, Vila d'Abadal, descendiente de una de las estirpes catalanas más distinguidas en los dos últimos siglos y formada por abogados y juristas, propietarios agrícolas, políticos e historiadores, todos catalanistas en diversos grados.
Y si sus correligionarios no le expulsan, en CIU deberían valorar (sí, ya sé que lo están haciendo) el romper la relación, fuertemente defendida por Pujol en el pasado, y que el Durán y los de Unió sintieran el frío que hace fuera de la coalición y que en unas próximas elecciones no sacarían ni para pipas.
Pero el dilema, la trágica disyuntiva, es que sin los votos de los actuales diputados de Unió en el Parlament, la actual CIU, convertida en solo CDC, perdería su mayoría y ni con los votos de ERC podría seguir gobernando en Catalunya, si los de Unió unían sus votos a los del PP, con lo que algunos tienen una indudable querencia enfermiza y maloliente.
Y adiós, muy buenas, al actual proceso soberanista. Por lo menos en lo que respecta a su trayecto dentro del Parlament...
Coronel Von Rohaut
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