Hace años, muchos años y por esto voy a contarlo tranquilamente (y no existía el euro, por lo que quizás ahora no se podría hacer de la misma manera) cobré, profesionalmente y por una operación de exportación realizada con un país centro-americano, una auténtica república bananera, un cheque bancario por una cantidad bastante elevada en dólares.
Vista la inestabilidad política de España en aquellas fechas de finales del franquismo (y no por una motivación especulativa, pero hubiera sido igual), decidimos poner el dinero a buen recaudo fuera del país; lo que estaba formal y taxativamente prohibido por la legislación española de entonces (*).
En aquellos tiempos y desde muchísimo antes (siglos), ya existían las cuentas numeradas en Suiza o en las Islas del Canal, y los paraísos fiscales como las Islas Cayman y tantas otras. Yo me puse tranquilamente el cheque en el bolsillo (nada de un maletín con dinero ni nada y, solo registrándome, me lo hubieran encontrado) y no me fuí ni a Suiza ni Andorra, si no que me fuí tranquilamente en coche a Perpignan, no mucho más que un pueblo del sur de Francia, y como si fuera a ver películas porno. Me dirigí a la agencia del BNP (Banque Nationale de París) donde me conocían de vista por tener allí la cuenta de una sociedad que operaba legalmente en dicha población. Sin ningún problema ni cuestionario previo abrí una cuenta corriente, no a mi nombre ya que el dinero no era mío, pero si de una persona física, "en divisas y a nombre de un súbdito extranjero", que tal era su denominación oficial en Francia.
Y ya está, ni comunicación a la Hacienda francesa (y menos a la española, claro está) ni retención de impuestos, ni ná de ná. Como que el propietario no precisaba aquel pequeño capital, durante muchos años la cuenta estuvo bloqueada y yo solo iba de tanto en tanto a renovar, verbalmente y sin ningún comprobante ni identificación, el depósito. Al cabo del tiempo se hubiera podido cancelar la cuenta, en dólares como se había abierto, y me hubieran reintegrado la cantidad ingresada más una pequeña plusvalía por la acumulación de los intereses anuales. O bien en francos franceses, moneda de curso legal en el país donde se había efectuado el depósito; y como que en aquellos años el dólar había sufrido una muy fuerte revaluación frente al franco francés, aquel depósito, que me podía llevar en metálico y bajo el brazo, se había convertido en una pequeña fortuna...
¿Que era una notable cantidad en "dinero negro"?
¡Sí, y qué...!
¿No me digas que no sabrías como gastártelo?
O dime si quieres que te lo blanquee...
Coronel Von Rohaut
(*) El organismo encargado de vigilarlo era el Instituto Español de Moneda Extranjera, el IEME para los amigos, al que me toreé en diversas ocasiones, y al que engañaban de forma descarada los exportadores valencianos de naranjas que, durante años, fueron los únicos que proporcionaban divisas al gobierno, corrupto, autárquico y falangista del general Franco.
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