TUCÍDIDES Y EL 2020 (interesante personaje)
23/01/2020
No hay ninguna razón objetiva para pensar que este año será mejor que el 2019. Ni en lo político, ni en lo económico, ni en lo social. Ni en términos globales, ni en términos domésticos.
Hay que tener a mano el “manual de supervivencia” y procurar ajustarse a los cambios del entorno, que cada vez son más impactantes e imprevisibles.
Si vamos a la globalidad, el tema más relevante es el enfrentamiento Estados Unidos – China, que se acentuará en el 2020. Aunque los medios convencionales lo ciñan a las complejas relaciones comerciales, lo cierto es que se está produciendo una lucha por la hegemonía mundial. Y esta lucha entre potencias, que no es nueva, puede conducir al mundo a la denominada “trampa de Tucídides”, en la que ganador y perdedor salen mal parados y los efectos colaterales afectan negativamente, muy negativamente, al resto de observadores.
Tucídides, notable militar e historiador griego del siglo V a.C., dejó una extensa obra sobre la guerra del Peloponeso, en la que él participó, guerra que enfrentó a las dos potencias de la época: la Liga de Delos (encabezada por Atenas) y la Liga del Peloponeso (encabezada por Esparta). Fue una guerra cruel y devastadora, en la que al final la oligarquía espartana venció a la democracia ateniense, extendiendo luego la miseria por todo el territorio.
El académico Graham T. Allison, decano de la J.F.Kennedy School of Government, fue quien desarrolló el concepto de la citada trampa, después de estudiar lo sucedido en los últimos 500 años. Allison identificó dieciséis casos de disputa hegemónica, doce de los cuales acabaron en guerra directa.
La denominada “guerra fría” nos evitó daños mayores. Allison concluye que de esa guerra se extraen varias lecciones, la más relevante de las cuales es tratar de que el adversario no identifique tus puntos débiles y los explote para ir obteniendo pequeñas ventajas, a sabiendas de que la guerra nuclear total es una casi inimaginable locura.
En el contencioso Estado Unidos – China podemos aventurar que el liderazgo americano tiene fecha de caducidad a medio plazo (de cinco a diez años) y que en el largo plazo China es el claro ganador. El macho alfa Donald Trump, que volverá a presentarse y repetirá triunfo en las elecciones de noviembre, puede ganar unos asaltos, pero el combate y la medalla serán para Xi Jinping, el paradigma vivo de un “low profile”.
Una primera conclusión para este año es que hay que seguir de cerca los movimientos de la política exterior china, sus inversiones en África, el desarrollo de su gran infraestructura en la antigua Ruta de la Seda y las operaciones económicas y financieras del Shanghai Cooperation Organization y del Asian Infrastructure Investment Bank. No estaría de más que dedicáramos un tiempo a analizar la doctrina confuciana y empezáramos a estudiar el chino mandarín.
El experimento “comunismo político / capitalismo económico”, que se inventó Den Xiaoping se mantiene firme y se mantendrá en la medida en que las tasas de crecimiento del coloso chino mejoren la calidad de vida de sus ciudadanos. Quizás en este caso la U invertida de Kuznets será una realidad, una teoría que dice que los países pobres –en los que domina una igualdad de rentas bajas– y que inician una etapa de crecimiento acelerado, generan un fuerte desequilibrio al principio para luego recuperar una cierta igualdad, pero con rentas apreciablemente más altas.
Lo que sí está claro es que globalmente y en términos macroeconómicos, seguirán o incluso se agudizarán los desequilibrios. La política monetaria como instrumento principal de reactivación no ha alcanzado los frutos esperados. Los intereses negativos han desanimado al ahorrador y el flujo de dinero extra-barato de los bancos centrales a los bancos comerciales sólo ha servido para estimular las apuestas especulativas. Los bancos ya cobran por “custodiar” el dinero de los impositores y esta norma no va a cambiar. Como todo es volátil (el dinero, el trabajo, el futuro), la gente espontáneamente vive al día.
A nivel doméstico (el Estado español) continuarán también los desequilibrios económicos, con unos territorios (Catalunya como actor principal y las comunidades Valenciana y Balear como agentes menores) subvencionando al resto. Madrid es un caso aparte, al gozar de los privilegios de la capitalidad, de sobras conocidos.
Para los que por ignorancia o por afán manipulador se han apresurado en destacar que su PIB –milagro ! milagro !– es unas décimas superior al de Catalunya, conviene recordarles dos apreciaciones técnicas. La primera es que el PIB es la suma de Consumo Privado más Consumo Público más Inversiones más Exportaciones menos Importaciones, y que de estos agregados el Consumo Público lo decide el gobierno central (y lo decide a su favor sin contemplaciones) y el Consumo Privado cuenta en Madrid con un ejército suplementario bien nutrido de 389.000 empleados públicos (más de un 15% de la población ocupada), lo que supone una oculta subvención a la demanda. La segunda apreciación es que si analizas la estructura de su PIB ves que el 90% son servicios (entre los que destacan, por su aportación, banca, consultores, bufetes de abogados, sedes de multinacionales, etc.) y solo el 10% industria. La economía de Madrid es una economía replegada sobre sí misma, de naturaleza endógena, con poca apertura a los mercados exteriores.
Y es que por muchas componendas que quieran hacer, el problema de Catalunya no es la liga del PIB sino su Déficit Fiscal estructural, que seguirá su imparable trayectoria. En Catalunya generamos riqueza por un valor aproximado de 230.000 millones de euros y el diferencial entre lo que pagamos y lo que recibimos está entre el 8 y el 8,5% (subiendo), y esto significa que desaparecen de nuestra cartera 19000 millones de euros anuales o, lo que es lo mismo, 2500 euros de cada uno de los 7.565.000 habitantes de Catalunya, sean o no independentistas.
Y estos desequilibrios estructurales, que hacen inviable cualquier proyecto de naturaleza económica, han de sufrir además los desvaríos de una izquierda antigua (que se auto-declara progresista) y que cree que subiendo el marginal del IRPF a las rentas de trabajo más altas, está todo resuelto. Las peregrinas ideas de Comuns-Podem se estima que aportarán, en el 2021, 542 millones de euros al presupuesto de la Generalitat, lo que representa el 2,7% de los 19.000 millones del Déficit Fiscal anual. En lugar de actuar sobre el gran chuletón que hay encima de la mesa, van a la cocina y rebañan las sobras que han dejado en el plato los hambrientos perros de la vecindad.
Es la economía estúpido, aunque tú lo disfraces de otra cosa.
Si volvemos a la globalidad en el 2020, un tema importante y paradójico es el que se refiere al gasoducto Nord Stream 2, que partiendo de Rusia y a través del mar Báltico proporcionará gas a la República Federal Alemana y países colindantes. Este gasoducto evitará las limitaciones del anterior, que llega a Alemania atravesando otros países del este, incluida Ucrania (que cobra holgadamente por “derechos de tránsito”). El gobierno de Trump, contrario al Nord Stream 2 (que debería afectar solo a las partes), ha decidido imponer sanciones económicas a los países o empresas que intervienen en el proyecto, lo que podría perjudicar sobre todo a las empresas alemanas. Argumenta que lo hace por razones estratégicas (Alemania es un país aliado en la OTAN), aunque no oculta sus intereses comerciales, que es vender gas licuado estadounidense, que resulta más caro que el ruso puesto en Europa. Y esto ocurre en un momento en el que el sector del gas natural está pasando dificultades en Estados Unidos. El principal productor (EQT) ha tenido que vender activos por un importe de 1.800 millones de dólares con el propósito de reducir deuda y así limpiar sus cuentas financieras. Su objetivo es cambiar de estrategia ante la caída generalizada de los precios.
La cancillera Merkel, en su relajada fase de despedida, ha dicho tímidamente que no puede aceptar imposiciones, pues tanto la industria alemana como la opinión pública están hartas de las interferencias del gobierno Trump. Por otra parte, el gobierno Putin ha ratificado el proyecto Turk Stream, un gasoducto que atravesará el mar Negro y llegará a Turquía y países limítrofes. El tercer eslabón del programa ruso es el Siberia Power, inaugurado recientemente, otro gasoducto que conectará los yacimientos rusos con el norte de la República Popular China, lo que supondrá el estrechamiento de lazos económicos entre las dos potencias. En el 2020 se materializará el poder geopolítico de Rusia, que ha hecho de los hidrocarburos una de sus principales armas estratégicas.
En cuanto a lo que queda de una Europa políticamente unida (las aspiraciones de Schuman, Monnet y algunos ingenuos más), no se esperan cambios significativos. La salida del Reino Unido creará, entre otras cosas, un problema presupuestario grave para la Unión Europea, ese colectivo de altos funcionarios que constituyen el mejor ejemplo de la disparidad entre el coste y la prestación. Ese aparato burocrático, donde los trepadores profesionales se codean con los políticos en desuso, no ha servido absolutamente para nada. Sólo hay que ver, a modo de ejemplo, su inhibición frente al contencioso catalán (que Euronews destaca como uno de los diez acontecimientos más importantes de la década), y que sus sucesivos órganos han sido incapaces de interpretar. Al final Europa, y no sólo la Unión Europea, quedará como un mercado, más o menos liberado, entre las presiones de la Organización Mundial del Comercio y los delirios proteccionistas de los gobiernos mediocres de los Estados que la conforman, con limitadísimas excepciones.
Vemos pues que las dictablandas (la República Popular China y la Federación Rusa) van imponiendo su modelo de gestión político-económico, en detrimento del corto período de democracia consolidada (the golden age), que algunos países tuvieron la suerte de gozar entre 1946 y 1971.
En aquella época en el Estado español se vivieron los años de plomo (the lead age) en los que la autocracia, la represión más violenta, la incultura, el desprecio al hecho diferencial y la alienación de las masas dominó el territorio geográfico y mental de la población.
Dominó y continúa dominando, lo cual resulta razonable si se analiza su trayectoria histórica, en la que la superestructura ideológica de una clase extractora de rentas y de su ejército de paniaguados (podemos incluir aquí a la gran mayoría de todas las instituciones del Estado, en clave ejecutiva, legislativa y judicial) ha impuesto siempre sus condiciones (manu militari) a quienes cuestionan críticamente ese dominio y tratan de zafarse de él. En términos económicos, seguirá el cuento de la lechera, con una deuda pública rampante, una buena parte de la deuda privada garantizada por los propios contribuyentes, un aumento del pre-cariado, un sistema de pensiones en quiebra, una oculta privatización de la sanidad y la educación, una disparatada asignación de recursos y una pésima gestión de todo ello. Nada nuevo en esa España de ficción, anclada en el pasado, vetusta y rancia, que una tal Arancha González, nueva ministra de Exteriores, con un perfil bajo de monja seglar, ha declarado solemnemente que “is back”.
Y no les hables de Tucídides, no sea que lo confundan con el último fichaje del Real Madrid.
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