- Ningún musulmán puede obtener ni la residencia permanente ni la ciudadanía japonesa. No pueden trabajar ni residir allí y, al ser una isla lejana, los controles fronterizos son muy fáciles.
- Los visitantes de países musulmanes (como los vecinos malayos o indonesios) son muy restringidos y controlados.
- Ningún rey ni jeque árabe, ni mandatario iraní, ni los líderes muy ricos de las monarquías petroleras del Golfo, han sido jamás invitados oficialmente a visitar el Japón. Mientras que el rey Juan Carlos, a cambio de regalos y comisiones, se daba la lengua con los jeques.
- Con la mayoría de países árabes (los islamistas o musulmanes más fanáticos), ni siquiera tienen relaciones diplomáticas.
- Los japoneses no tienen tratos con los "putos moros". No los quieren y no los tienen...
- Mamá, yo cuando sea mayor, quiero ser japonés (*).
Coronel Von Rohaut
(*) Es coña; a mi no me gusta la vida moderna, electrificada, luminiscente y estresada del Japón; solo visitar sus jardines con nenúfares, de Kyoto o de las afueras. Pero me gustaría perder de vista a los sarracenos y moros traidores y degolladores.
(PS) Hace muchos años, cuando el boycott árabe a Israel era muy potente y ningún país musulmán adquiría ningún producto (coches o neveras, etc.) de marcas que suministrasen a Israel o tuvieran clientes judíos y, por lo tanto, por Tel Aviv circulaban muy pocos o ningún Mercedes o Porsche, un amigo mío judío circulaba en un Subaru japonés (marca que se pasaba por los huevos los boycotts árabes).
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