Como la primera vez que fuí a Londres con mi esposa en un largo fín de semana y, paseando al anochecer por el barrio de Belgravia, entre Chelsea y Kensington pero aún más lujoso y elitista, observé gran cantidad de coches aparcados en la misma calle, arrimados a los bordillos de las aceras como en Barcelona los "600" que empezaban a abundar, solo que allí la mayoría eran "Rolls & Royce" o "Bentley". Boquiabierto me quedé.
O la primera vez que, recorriendo Los Angeles (California) en un "tour" turístico, por el lujoso barrio de Beverly Hills (y después de circular por "Rodeo Drive") y frente a las señoriales mansiones (*), ví coches aparcados fuera, delante de las puertas de los garajes. Todo "Mercedes" y "Porsche", con algún pobre "Cadillac". Boquiabierto me quedé (**).
O como cuando un cliente de New Jersey me invitó a comer a su "Country Club" (Club de golf) y en el aparcamiento de los coches de los socios también todo eran "Mercedes", "Porsches", "BMW" y algún "Cadillac"; y el más sencillo, el "Plymouth" de mi cliente. Y fuimos a comer al restaurante del mismo club, un "Buffet libre" a precio único y sírvase Vd. mismo, pero con langostas y otros platos suculentos de los que podías servirte tanto como te apeteciera. Boquiabierto me quedé.
También es cierto que en el restaurante del Real Club de Polo de Barcelona al que yo había ido alguna vez invitado por un amigo que era socio (imprescindible ser socio y yo nunca he sido ni rico ni tan pijo) se comía por un precio tan ajustado como el de los restaurante de barrio de menú diario, pero con mantelería y servilletas de tela, vajilla, comida sabrosa, y todo servido por camareros con chaquetilla blanca. Boquiabierto me quedé.
O como cada vez que iba a New York, mantenía la tradición de entrar a mear (perdón, orinar) por lo menos una vez, al "Hotel Plaza", frente al Central Park y al lado del hotel en el que yo realmente me hospedaba habitualmente (creo que el Plaza ya ni existe, o no como hotel pues ya era muy viejo y lo renovaron como apartamentos), porqué a la entrada del 'servicio o baño' de la planta baja, donde no habían servilletas colgadas en los lavabos que, indefectiblemente, siempre están húmedas, pero donde un camarero o "valet", de pié en la puerta y vestido con "smoking", te ofrecía una toalla seca y plegada cada vez que te lavabas las manos.
Boquiabierto me quedaba.
Conclusión, para vivir bien es mejor ser rico, incluso sin gastar demasiado dinero; solo aprovechando los chollos y ventajas que tienen los pudientes sobre los obreros, a los que Dios bendiga y que son los que irán a los cielos; más pronto que los poderoso ya que viven menos, según estadísticas oficiales...
¡Y quedarse boquiabierto!
Coronel Von Rohaut
(*) Antes domicilio de grandes estrellas o directores de Hollywood, pero cuando yo fuí por primera vez ya solo algunas, como la del actor James Caan. Pero la mayoría, domicilio de productores de cine o banqueros e industriales del petróleo, que se las habían adquirido por un puñado de millones.
(**) Nos comentó el guía del "tour" que los dejaban a la puerta del garaje, a petición de los "tour operadores turísticos", para que se vieran e hicieran bonito y dieran más sensación de la opulencia de sus propietarios. Y yo, por Barcelona, lo contento y ufano que iba con mi SEAT "Supermirafiori" de 1.600 cc. que, por lo menos, era grande en comparación a lo que circulaba entonces por aquí...
lunes, marzo 18, 2019
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