Carta
a Pablo Iglesias #Potemos
Estimado,
o no, Pablo Iglesias:
Llevo
tiempo viendo tu evolución en la esfera pública y tenía ganas de dedicarte unas
líneas. Intento no dejarme llevar por ningún tipo de prejuicio porque son tan
útiles como coger unos prismáticos al revés. Observas la realidad de una manera
mucho más alejada que sin hacer uso de ellos. Pero me resulta muy difícil
deshacerme de los prejuicios cuando algún político español habla de Catalunya.
Contigo hubiese preferido equivocarme y afirmar que, por fin, un político
español se había ganado mi estima. Sin embargo, no ha sido así. Creo que muchos
hemos pasado de cierta Pablomanía a la manía a Pablo. Y es que, desde que
Cristiano Ronaldo afirmó que la gente le tenía envidia porque era rico y guapo,
nadie había conseguido caerme tan mal. Quizá te preguntes por qué. Te daré unas
cuantas razones:
- Desconfío de los tertulianos. Es más, desconfío de los
tertulianos que acaban en política. Nunca votaré a nadie que haya nacido
políticamente en un plató. Me lo prohíbe mi religión. Ver a alguien que
teoriza sobre una sociedad utópica mientras su piel está maquillada para
evitar el brillo de los focos y que, a continuación, en el corte
publicitario, se anuncie una crema anti hemorroides, es algo que me deja
en fuera de juego. Aunque, eso sí, cada vez le veo más relación. Quizá he
mirado mal.
- Desconfío de los que dicen que son de izquierdas. Los
que son generosos jamás lo publicitan, los discretos jamás verbalizan que
son discretos, los sinceros jamás necesitan justificar que son sinceros,
los que son de izquierdas jamás dicen que son de izquierdas. No son sus
palabras, son sus acciones las que permiten confirmar su ideología. Y a
ti, francamente, te he visto bastante más en un plató de Lara que delante
de los antidisturbios. Quizá he mirado mal.
- Desconfío de los políticos españoles que vienen a
Catalunya a buscar votos. La hemeroteca permite desmontar toda la
impostura que ha habido en esos intentos. Venís para darnos lecciones
morales y, al mismo tiempo, para asegurar que habéis leído a Espriu, que
habéis veraneado en la Costa Brava o que siempre untáis el pan con tomate.
En esos casos, os votaría si os llamaseis Potemos. Porque potar es
precisamente lo que me apetece cuando asisto a esas dosis de demagogia.
Contigo, quizá he mirado mal.
- Desconfío de los políticos españoles que vienen a
Catalunya a enseñarnos cómo debemos ser. No sé qué os sucede a 600 Km de
distancia pero tengo la sensación de que, por mucha pedagogía que se haga,
seréis incapaces de entender nada de lo que se respira aquí. O nos
enfrentamos al autoritarismo facha o al paternalismo de la izquierda. No
hay término medio. O, por lo menos, yo no lo percibo. No te he visto en
ninguna Diada, no te he visto hablando con Carme Forcadell o Muriel
Casals, no te he visto en ninguna concentración a favor del derecho a
decidir. ¿Es pedir mucho a alguien que quiere presidir nuestro destino?
¿Pasar una semana en Barcelona para hablar directamente con la sociedad
civil va en contra de tu ideología progre chachipiruli? Lo siento, no te
he visto en Catalunya interesándote de veras por lo que piensa la gente de
la calle. Ni a ti, ni a nadie. Quizá he mirado mal.
- Desconfío de los políticos que visten de uniforme. Unos
llevan corbata como signo de pertenencia al grupo. Otros visten camisa
blanca y adornan su cabeza con una coleta. ¿También tienes asesores de
imagen? "Marketing político" debería ser un oxímoron para
alguien que presume de ser el anti casta. Quizá esté equivocado pero en
Podemos me resulta todo muy artificial. Quizá he mirado mal.
- Y, sobre todo, desconfío de los discursos vacíos, del
populismo, de la pedantería, de las verdades absolutas, de las frases
hechas, de los titulares pancarteros. No, Pablo, el problema de España no
es la casta: es la chulería, es la prepotencia, es el espíritu quijotesco
que enmudece la visión de Sancho Panza para convencernos de que ser
español lleva adjunta una cierta idea de vete a saber qué gloria. No,
Pablo, muchos hemos desconectado. No ya de la derecha, sino de esa
izquierda acomplejada, que no ha sabido encontrar un discurso coherente en
un mundo globalizado en el que los mercados no deberían dictarlo todo.
Quizá he mirado mal.
Siempre
serás bienvenido, como lo es todo el mundo en esta tierra de acogida. Pero no
vengas a dar lecciones, no ofendas a la inteligencia colectiva diciendo que no
te abrazarías a Rajoy o a Mas cuando sí que le diste una mano al Borbón para
recibir una beca con la otra. En España el más tonto hace relojes y, a muchos,
ya no nos apetece mirar la hora en ese reloj de la Puerta del Sol. Estamos en
2015. Pero quizá he mirado mal.
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