Primero fue el pescado azul, sardinas y túnidos, que se pusieron a las puertas del infierno por sus, decían, efectos nocivos sobre el sistema cardiovascular. Luego resultó que casi eran medicinales y se recomendó su ingesta, salvo el atún rojo porqué, a) casi no queda pues se lo comen todo los japoneses y, b) está contaminado de plomo.
Luego hubo y todavía hay un campaña contra la leche y los productos lácteos que ha puesto a sus productores al borde de la ruina. Ahora muchos nutricionistas empiezan a alabar sus cualidades alimenticias frente a la leche de soja y otras porquerías, y su bondad para combatir la diabetes...
Y también el azúcar, tan demonizado, y ahora resulta que no tomarlo favorece el alzheimer...
Ahora se ha declarado la guerra a la carne roja y a los embutidos, alimentos que están en la base de nuestro bienestar culinario, gloria organoléptica y grandeza de Occidente.
El alpiste es para los periquitos; los hombres somos carnívoros y proteicos. Y el cerdo que se lo prohíban a los putos musulmanes que así irán a su cielo y no nos los encontraremos en el nuestro (*).
Y viva el vino, soporte espiritual y moral de la Cristiandad...
Coronel Von Rohaut
(*) O como decía un himbre famoso e inteligente, si las tías buenas y un poco golfas como la Marylin Monroe y demás, están en el infierno, allí es donde quiero ir y no en el cielo con la madre Teresa de Calcuta, que seguro que era vegetariana...
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