En los submarinos se vivía en un mundo angosto y fétido, y la vida era una mezcla de aburrimiento, incomodidad y terror. Las tripulaciones ocupaban aposentos atestados de maquinaria, instrumentos o torpedos, y dormían en planchas encima de éstos hasta que eran utilizados contra blancos, dejando sitio para literas y hamacas.
Los motores diesel elevaban la temperatura hasta casi los 50 grados. El aire se volvía sofocantemente rancio durante los largos periodos bajo el agua. El agua potable era escasa, no había duchas y nadie se bañaba durante los hasta tres meses que duraba una patrulla.
El olor de los sudorosos cuerpos se añadía al olor de sentinas, letrinas, cocina, ropas mohosas, gasoil y a la colonia al limón que utilizaban los hombres para eliminar la sal de sus rostros.
El olor de los sudorosos cuerpos se añadía al olor de sentinas, letrinas, cocina, ropas mohosas, gasoil y a la colonia al limón que utilizaban los hombres para eliminar la sal de sus rostros.
En los submarinos de la US Navy, mucho más grandes pero tampoco excesivamente confortables, la vida era algo mejor (se permitían duchas periódicas) pero sin comparación con la vida a bordo de los buques de superficie, incluidos los pequeños destructores de escolta, la llamada "tin can navy" o flota de latas de sardinas.
En los modernos y mas amplios submarinos nucleares (los occidentales, no los soviéticos donde se sigue despreciando el confort de las tripulaciones) el aire se renueva artificialmente de forma constante y la temperatura regulada, y al fabricarse su propia agua, no hay restricciones si bien las duchas están reglamentadas.
Coronel Von Rohaut
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