Recientemente mi nieta estuvo en París acompañada de sus padres y volvió encantada de todo, claro está, pero también de Les Invalides, la tumba de mi admirado Napoléon y el Pont Alexandre III, que yo le pedí que fuera a ver sin falta porqué era el favorito de su abuela, la Pili, y que cada vez que íbamos los dos a París teníamos que ir a pasear por él, particularmente si era de noche y lloviendo, y con las farolas de la "belle époque" reflejándose sobre el suelo mojado, cuya visión es majestuosa y mágica.
En las fotos de arriba, la fachada de Les Invalides al final del puente Alexandre III, el Zar de todas las Rusias que lo pagó y donó a la ciudad de París; vista general del Hotel des Invalides y la tumba de Bonaparte, tallada en bloques de "quartzita" roja, situada bajo la cúpula. Los bajo-relieves de la galería que rodea la tumba, muestran la ingente obra de creación, modernización e innovación científica, jurídica y social, que llevó a cabo el Emperador durante el relativamente corto lapso de tiempo de su mandato, independientemente de su grandeza militar y estratégica.
Encima y alrededor de la tumba de Napoléon se encuentra la tumba del hijo del emperador, "l'Aiglon" (El Aguilucho) o "Rey de Roma", que Adolf Hitler, en un gesto de admiración y durante la ocupación de Francia en la Segunda Guerra Mundial, ordenó transportar desde su lugar de enterramiento para que descansara junto a su padre en París. Las de sus hermanos Joseph y Jérôme Bonaparte y las más recientes de los Mariscales de Francia Lyautey y Foch, este ultimo, en una escultural tumba de bronce, Comandante Supremo de las Fuerzas Aliadas en la Guerra del 14.
Y anteriormente, ya el mismo Napoléon había hecho llegar el corazón de Vauban, gran ministro y arquitecto militar de Louis XIV y los restos del Maréchal de Turenne, uno de los militares más prestigiosos de la Francia del siglo XVII, enterrados en sendas tumbas monumentales, frente a frente.
Coronel Von Rohaut
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