domingo, septiembre 22, 2013

La Batalla del Pacífico y el final de los "saltos de islas"

Ayer estuve viendo un documental (¿cuantos no habré visto y cuantas veces?) sobre la batalla de Iwo Jima (¡no voy a poner siempre la misma imagen de la bandera en el monte Suribachi aún que la famosa sea la del levantamiento del mastil!), en febrero/marzo 1945 y que fue una verdadera carnicería. A los soldados japoneses, fanatizados a medida que la guerra se acercaba a las costas de su "main land" o suelo patrio, había que arrancarles uno a uno de los agujeros y cuevas en los que se habían fortificado: aquello fue el imperio de las granadas de mano y de los lanzallamas (portátiles e individuales, o montados en tanques o carros de asalto) y a los "japs" había que achicharrarles antes de rendirlos; y las bajas americanas también fueron brutales. Y hacer prisioneros japoneses era muy peligroso ya que, una vez rendidos, seguían sacando armas o granadas escondidas y atacaban a sus captores.


Como brutales (las más elevadas bajas de la Batalla del Pacífico en relación a las fuerzas enfrentadas) ya habían sido unos pocos meses antes las de la conquista de la isla Peleliu (septiembre/noviembre 1944), en las Islas Palao. En Guadalcanal (agosto 42-febrero 43), en las Salomón, los japoneses habían mostrado su ferocidad; pero por el orgullo de considerarse superiores después de su seguido de victorias invasoras. Más cerca del Japón y ya en retirada, era por el fanatismo de defender a su emperador, su "Bushido" al servicio del "Mikado".

A pesar que los B-29 del general Curtis Le May (*) masacraban al Japón con sus bombardeos de saturación (en una sola noche de lanzamiento de bombas incendiarias sobre la capital Tokio, hicieron más bajas civiles que los bombardeos alemanes sobre la Gran Bretaña durante toda la IIGM), al invadir la isla de Okinawa, que ya se considera una isla propiamente japonesa, la resistencia nipona fue terriblemente encarnizada y volvió a causar muchas bajas americanas.

Es por ello que yo avalo y doy por acertada la decisión del Presidente Truman de autorizar la obtención de la rendición del Japón con el lanzamiento de las bombas atómicas sobre Hiroshima (uranio) y Nagasaki (plutonio). Que, por cierto, hicieron menos víctimas, o no más, que los bombardeos nocturnos ingleses, con incendiarias de fósforo blanco, de Hamburgo y Dresde. Una invasión convencional por desembarco y ocupación del territorio hubiera sido, por parte de los americanos, un suicidio.

Y lo importante y primordial es siempre el evitar bajas propias. No lo más importante si no lo único importante (aparte de ganar). Las bajas del enemigo son insustanciales o, incluso, deseables. Al enemigo, ni agua.

Y si eres un santo, no vayas a la guerra. O si vas, no te hagas el santurrón. Y si te parece que ganar es inmoral, ríndete y déjate esclavizar...

Coronel Von Rohaut

(*) Que siguió comandado el SAC (Strategic Air Command) durante gran parte de la Guerra Fría. Con la misma agresividad y determinación sanguinaria, que algún Presidente tuvo que refrenar, para que no nos metiera en un holocausto nuclear. Pues ya los rusos tenían también su arsenal atómico, lo que solo nos hubiera llevado a la destrucción mutua asegurada ...

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