Pero antes de leer algunos de los monumentos de la literatura universal, si que yo recomendaría un poco de calentamiento previo, diríamos en lenguaje deportivo. Y documentarse sobre la obra y su autor, lo cual ayuda mucho a comprender lo que se lee.
Por ejemplo yo adquirí y leí la obra cumbre de Charles Moeller, un eclesiástico belga, filosofo y escritor francófono y, sobre todo, critico de literatura, que fue profesor de la Universidad de Lovaina en Bélgica (y mas tarde tuvo una actividad destacada en la promulgación de las resoluciones del Concilio Vaticano, del que fue asesor y que representó una cierta modernización de las bases filosóficas de la Iglesia Católica, que ya las precisaba y todavía se quedó corta...), un ensayo de seis tomos titulado "Literatura del siglo veinte y cristianismo", donde se analizaban, tanto desde la vertiente literaria como, especialmente, ideológica y filosófica, las obras de escritores tan diversos como JP Sartre, Albert Camus, André Gide, André Malraux, Aldous Huxley, Franz Kafka, Antoine de Saint Exupéry, Marguérite Duras, etc.
A muchos de los cuales yo ya los había leído pues figuraban entre mis preferidos (era "su época") pero luego, al reelerlos después de haber digerido las "explicaciones" de Moeller, les encontré una mayor sustancia que yo solo, pobre lector "amateur", nunca hubiera descubierto.
Coronel Von Rohaut
(*) En aquellos tiempos del siglo XIX en los que no había televisión ni nada parecido, estas obras, como las del gran Victor Hugo, cumbre de las letras francesas, se publicaban por fascículos semanales, que la gente iba leyendo pausadamente a media que salían...
Como los mamotretos de León Tolstoï, "Guerra y paz", "Ana Karenina" y la madre que la parió, etc..
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