Esta frase, demoledora, la hizo famosa un gran actor catalán y precursor de monologuistas, Joan Capri, y ayer lo recordaba un periodista al tratar sobre algunos humoristas actuales.
Porqué ahora esta frase está "demodée", queda fuera de contexto o fuera del ámbito de la vida real ya que hoy, cuando el amor se va, ellos se divorcian y en paz. ¿En paz? ¡Y una mierda! Ya que ello no elimina el problema, solo lo sustituye o lo amplia a otros cauces ya que uno u otro han de abandonar el domicilio conyugal, y buscar nueva residencia no es ni fácil ni siempre asequible. Han de repartirse bienes y ajuares, a menudo fuente de discusiones. Y los hijos normalmente condenados a dividir su vida entre los dos progenitores, con cambios de residencia a menudo semanales y convivir con, en principio, extraños familiares cuando los suyos tienen nuevas parejas y estas otros hijos con distintos padres o madres, etc. Lo que ha ayudado a crear una generación de niños mal educados. Total, un caos, una casa de putas, salvo los contados casos en que las separaciones son amistosas y de buen rollo.
Y con el divorcio se ha perdido la oportunidad de conjugar el verbo "aguantar" o sea, de aguantarse. Lo que ponía a prueba la paciencia y la resistencia mental, la santidad en algunos casos, de muchas personas, lo que a su vez les granjeaba una vía directa hacía el cielo y una vida eterna de paz y felicidad.
Además, cuando el amor o, en su caso, la pasión, se iba, que casi siempre se iba antes o después, quedaba el cariño, la complicidad de la vida en pareja que permitía aguantarse facilmente unos a otros y que los matrimonios circularan hacía su extinción natural con tranquilidad y sin sobresaltos. Follando poco, también es verdad.
Los que eran pobres, si no lo resistían tenían, sin tener que recurrir al antiestético apuñalamiento con el cuchillo del pan o asesinato doméstico, la salida del "divorcio a la española", mucho más barato que el legal y luego autorizado, con sus pensiones, gastos por alimentos y demás dispendios que pueden arruinar la economía del más pintado. Era el "ahí te quedas" y aquí paz y allá gloria y si te he visto no me acuerdo.
Mientras que los ricos podían seguir manteniendo las apariencias, el "paripé" de familia unida y bien avenida frente a hijos, familiares y amigos. Ellas se dedicaban a las obras de caridad y, a veces, se dejaban meter mano por el señor cura o director espiritual (con lo que no hacían falta ni psicólogos ni asesores matrimoniales que te roban). Ellos, fueran notarios de León, señoritos andaluces, inspectores de hacienda de Madrid o fabricantes de tejidos de Barcelona, Tarrasa o Sabadell, se agenciaban sus "queridas" a las que les ponían un piso donde ir a desfogar sus partes bajas.
En el caso de los "textiles" de Barcelona a los que conocí mejor, a sus queridas las sacaban a paseo en sus coches, "haigas" americanos, para lucirlas frente a los amigos envidiosos. Era habitual llevarlas a bailar o a cenar a lugares tan emblemáticos como "La Rosaleda" o "El Cortijo", frente a los que yo a veces había ido a pasear. Estaban a la salida, o a la entrada según de donde se viniera, de la Diagonal, entonces oficialmente Avenida del Generalísimo Franco. Parecía el fín del mundo civilizado, las "afueras" de la ciudad, a pesar de estar casi a tocar a la Plaza de Calvo Sotelo, centro de la parte más elegante y lujosa de la Barcelona de entonces (y de hoy mismo aunque se llame de Francesc Macià).
Ahora hay más libertad, colectiva e individual. Se folla más (¿y mejor?). Se evitan ciertas histerias (pero a cambio de otras). Ella ya no se queda y se ha eliminado mucha hipocresía, pero se ha perdido mucho "glamour". Y eso es lo que hay, en un rápido apunte y a vuela pluma...
Coronel Von Rohaut
miércoles, julio 06, 2011
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