Algún catalanista sentimental defendía hace poco que no se puede reclamar la independencia tan solo por razones económicas y materiales: los miles de millones de euros anuales que el estado central castellano desvía de los impuestos que nos recauda y nos expolia sistemática y repetidamente, y por culpa de lo cual no podemos disfrutar de mejores infraestructuras y servicios, ni de mejores atenciones sociales del estado del bienestar (que tienen un coste muy elevado), como sanidad, ayuda a la dependencia, pensiones, educación, investigación & desarrollo, etc.
Y defendía que también tenemos razones políticas y sentimentales, hasta morales, para reclamar nuestra soberanía: por historia, cultura y defensa de la lengua, hábitos y tradiciones diferenciados, sentimiento nacional, etc. Y yo los tengo y los pongo por delante; sin ninguna duda...
Pero entiendo que para muchos miles de catalanes que no lo son de origen pero ya que viven aquí, donde se han integrado y arraigado, quieren disfrutar de todos sus derechos, es lógico poner por delante los beneficios económicos que les reportará la independencia de Catalunya, que son muchos e importantes. Y que necesitamos sus votos para que la independencia tenga fuerza institucional y democrática.
Coronel Von Rohaut
(PS) Muchos españolistas, catalanes confundidos, mal informados o descastados, hispano-castellanos y unionistas perversos, siguen insultando al Mas y al Junqueras por poner por delante, priorizar, los temas independentistas, a los de la necesaria labor diaria de gobierno para solucionar los problemas de las gentes (que es lo que realmente les preocupa, añaden siempre, con retintín...).
¿Pero como cojones hemos de explicarles, una y mil veces, que precisamente para disponer de los instrumentos de poder y de la necesaria financiación, el dinero que nos roban, para llevar a cabo todo lo anterior, es por lo que luchamos por la independencia soberana?
¡Que la maldita y voraz España castellana y centralista, no nos ha dejado otro camino, cabrones!
Pero ya se sabe que no hay más sordo que el que no quiere oír, ni mas ciego que el que no quiere ver o su fanatismo le cubre los ojos con una venda de prejuicios y le obnubila su raciocinio.
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