La Vía Augusta, la más larga de las calzadas romanas que transcurrían por Hispania, con 1.500 kilómetros, recibió este nombre cuando el emperador Augusto la reparó en los años del 8 al 2 antes de Cristo.
Iba desde Gades (ahora Cádiz), hasta, a través de La Junquera, Narbonem (Narbona), donde entroncaba con la Via Domitia que, por el Sur de Francia, seguía hasta Roma, entonces la capital del Imperio (no hacía falta subir hasta Germania que, entonces, solo era tierra de bárbaros).
O sea, por la peninsula ibérica iba todo el tiempo siguiendo la costa mediterránea, subiendo por Carthago Nova, Valentia, Saguntum. Dertosa, Tarraco y Gerunda. Un ramal entraba en Barcino y pasaba por el lado de mi casa, entre Sarriá y Sant Gervasi. En la imagen superior, el Arc de Berà, en Roda de Berà entre Tarraco y Barcino, debajo del cual transcurría la Vía Augusta (hoy, los automóviles todavía pasan por su lado...)
Prácticamente el mismo recorrido que ahora se le pide a la infraestructura ferroviaria, de la que ya los romanos (los primeros europeos) habían entendido su importancia primordial.
No así los malvados e ineptos actuales habitantes de la Carpetania (el territorio de Madrid), que quieren pasar por Toletum y Arriaca (Guadalajara, que Madrid entonces ni existía ni se le esperaba), con el solo y confesado fín de joder a los habitantes de la Hispania Citerior (en su primera y original división provincial de Hispania), que era todo el litoral mediterráneo (o este peninsular que luego, a través de la expansión de la Tarraconensis, se expandió hacía el oeste).
A los analfabetos y malvados ministros castellanos (*) habría que enseñarles historia del Siglo I y geopolítica económica, del siglo I y del siglo XXI...
Coronel Von Rohaut
(*) Que talmente parecen descender directamente de los visigodos, con capital en Toledo y sin haber sido romanizados (civilizados)...
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