Desde un principio se utilizaron catapultas, de muelle o resorte las primeras, de aire comprimido luego, para ayudar a lanzar aviones al aire desde buques.
Durante la IIGM algunos portaaviones ya montaban catapultas hidráulicas si bien al principio tenían problemas de utilización y fueron todas desmontadas en el curso de la contienda.
La moderna catapulta de vapor fue inventada por los británicos en los años 50 y con ellas se podían hacer despegar, desde las cubiertas de los portaaviones CATOBAR (Catapult Assisted Take Off But Arrested Recovery), los más pesados "jets" o aviones a reacción que, de otra forma, no podrían ser utilizados en las cortas pistas de los portaaviones. En la foto de encima, la catapulta (de fabricación americana) del "Charles De Gaulle", desmontada durante una operación de mantenimiento del navío francés.
El caza naval ruso SU-33 "Flanker", gracias a su diseño y aerodinámica, puede despegar sin ayuda de catapulta pero a cambio de una reducida capacidad de combustible (autonomía limitada) y poca carga de armamento. El caza naval británico "Harrier" (también de autonomía muy limitada) es de aterrizaje/despegue vertical o (más habitualmente) de despegue con recorrido corto, y ayudado por un "ski jump" o rampa inclinada de lanzamiento al final de la cubierta.
El futuro super-carrier americano sucesor de la actual clase "Nimitz", el "Gerald R. Ford" (en construcción), montará catapultas electromagnéticas, más potentes y sin los problemas colaterales del vapor a presión, con motores de inducción lineal. Serán posibles gracias a la incrementada producción eléctrica de las nuevas turbinas nucleares de la propulsión de este buque.
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