Y en aquellos tiempos (¡qué buenos tiempos aquellos!) en que las santas esposas de la emergente clase media no trabajaban fuera de casa y cuidaban del hogar y de los niños, en verano los sacrificados esposos se quedaban trabajando en la ciudad semi-desierta: eran "los rodriguez", que de noche llenaban la sala de "varietés" de "El Molino" de Barcelona y los bares de putas, mientras sus "santas" y los tiernos retoños se estaban (¿y aburrían?) en los pueblos de los alrededores, veraneando en sus segundas residencias que tan habituales se habían hecho entonces, como en La Garriga o El Figaró.
Y cuando los viernes por la tarde llegaban, en tren a estos pueblos, los maridos que venían a pasar el fín de semana con la familia veraneante, los viejos del lugar exclamaban, socarronamente, "mira, ya ha llegado el tren de la leche".
Y he señalado pueblos de veraneo como La Garriga y El Figaró, en el interior de la comarca del Vallès Oriental (y podría haber añadido pueblos del macizo del Montseny), ya que todavía no había proliferado la huida hacía el mar y las playas.
Porqué un poco antes, la Costa Brava era un reducto de las élites barcelonesas y de la alta burguesía catalana ("Senya Blanca", en S'Agaró, debajo) y de aristocracia europea ("Cap Roig" encima). Como hasta ahora todavía (*), pero ya sin el monopolio ni la exclusividad, si no democratizada y, desgraciadamente, invadida y masificada.
Y de pequeño, cada año, en la empresa en la que trabajaban mis padres, en verano organizaban una salida dominical, en autocar, para que las familias pudiéramos disfrutar del mar. Y en una de ellas, fuimos a comer al restaurante del Hotel de "La Gavina" de S'Agaró (imagenes de abajo, con una parte del "camí de ronda"), lugar de lujo emblemático y en el que nos aceptaron porqué intercedió el dueño de la empresa, amigo de los propietarios, la familia Ensesa.
Y mi madre, que se había roto una pierna y la llevaba enyesada, se quedó sentada en una mesa de la terraza y tomando un refresco, mientras los demás íbamos a la playa de Sa Conca (imagen superior), una maravillosa cala, semi-privada ya que, si no se podía cruzar por el hotel (que tenía el paso restringido), había que andar dando un buen rodeo (y cuando todavía los obreros no tenían "seiscientos"...). Y escuchó como unas señoras muy puestas y emperifolladas, sentadas en la mesa de al lado, se preguntaban "y quienes son esos"; y otra respondía, displicentemente y con un punto de desprecio "pues ya vés, deben ser correplayas...".
Coronel Von Rohaut
(PS) "correplatges", dijeron, ya que eran indígenas (gilipollas, pero de casa, de "los nuestros").
(*) Las gentes de mi barrio, Sant Gervasi, en verano se encuentran todos en el Empordà y en invierno en la Cerdanya...y si no, no eres nadie.
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